Eius dulcis praesentia. La dulzura como evidencia última de la verdad, de la verdad que obra
Palabra entre nosotrosApuntes de la intervención de Luigi Giussani en los Ejercicios espirituales de los universitarios de Comunión y Liberación
Rímini, 8 de diciembre de 2002
Quisiera aprovechar esta ocasión que, aun cargada de pequeñez, es algo realmente inusitado, pues nos induce a pensar en que Dios se hizo hombre. Y todos nos vemos impelidos a tenerlo en consideración; aunque hubiera entre nosotros alguien que no creyera, también se vería empujado a pensar que Dios se hizo hombre, fue engendrado por una mujer. Jesu dulcis memoria, dulce de recordar, recuerdo que llena de dulzura.
Por ello quiero que la Virgen interceda por nosotros ante Dios en este momento, para que Cristo sea realmente una presencia en nuestra vida, “la” Presencia. Porque la diferencia entre una presencia y la Presencia es que la Presencia es el significado de una presencia. Una presencia tiene significado sólo si lo tiene total y eternamente.
«Dios, si existes, ¡revélate a mí!», hemos recordado a menudo, y también estos Ejercicios han renovado el Acontecimiento. ¡Cuántas veces se nos ha ayudado a ello en nuestra afortunada vida de cristianos!
«Dios, si existes, ¡revélate a mí!». Dios es una presencia. Aunque no la sintamos; aunque esta palabra parezca inadecuada, o inadecuadamente motivada, es insustituible.
«Dios, si existes, ¡revélate a mí!». “Revélate” quiere decir: ¡haz que te percibamos como parte de nuestra, de mi experiencia! [Esta] debe convertirse en una oración, en una súplica, porque la oración es petición. Debe convertirse en petición nuestra, que salga también de nuestro corazón árido, educado tan lejos de la memoria de lo que ha sucedido y sucede, de lo que aconteció y acontece en el mundo. Porque para todo hombre la memoria de lo que acontece dentro el mundo es proporcional al vínculo que dicha memoria tiene con el acontecimiento de vida que nosotros estamos viviendo.
Jesús, ¡qué dulzura es pensar en ello! Dulce es pensarlo, al renovarse el anuncio de Su presencia.
¿Qué quiere decir presencia? Sed super mel et omnia, eius dulcis presentia. Su presencia es lo más bueno, más bello y dulce de nuestra vida. No me avergüenzo de decirlo ante todos vosotros, que sois tan hijos de vuestro tiempo, de nosotros que somos tan hijos de nuestro tiempo: «Por encima de todo deleite, Tú eres dulzura para mí».
Presencia significa que cambia las circunstancias con su carácter específico, que confiere significado al gesto que llevo a cabo y a todas las formas que llenan mis ojos.
Os deseo que no tengáis miedo ni vergüenza. Que no tengáis miedo aunque estéis escondiéndoos o huyendo de lo que os rodea, aunque la petición a Cristo, el Misterio que lo hace todo, parezca no arraigar en vosotros o hacerlo a duras penas.
Que el Espíritu que hizo y hace las cosas, del que todo fluye y florece, el Espíritu que germinó la fisonomía de la Virgen, nos vuelva más fácilmente discípulos del Verbo que ha cambiado de hecho la historia de la humanidad y que, a través de nuestra adhesión, y de la forma en que miramos, oímos, sentimos y tratamos todo, la sigue cambiando. Es un cambio que identifica la “presencia”; ésta sólo puede ser definida por un cambio. Así fue para el Innominado de Manzoni en la novela Los novios; que así sea también a diario en la novela de nuestra vida cotidiana que, de otro modo, sufriría por quedarse indefinida.
Que vuestra oración y la mía broten con sencillez ante el reclamo de la memoria de Cristo; pero con el paso del tiempo acorde con una madurez que nadie puede impedir, salvo nosotros mismos.
Que esta memoria nos convierta en presencias cambiando el rostro de lo que somos, de nosotros mismos y de las personas que nos rodean, de la tierra y del mundo entero; que arraigue en nuestro tiempo y el espacio que constituirán también el escenario del último crepúsculo, del juicio final sobre la vida. Pues la gloria de Cristo será ese último juicio.
Que la dulzura se injerte en nuestra vida, que veamos Su permanencia, Su presencia en la vida día tras día, hasta el juicio final.
¡Presencia! Os agradezco el haberme brindado la ocasión esta mañana de sentir - con la hondura que dan los años y la seguridad que me da lo que veo - que el Señor está presente, que Cristo es presencia.
Os lo deseo de corazón.
Don Pino: ¡Gracias, don Gius!
Aplausos
Don Giussani: Gracias. Hacéis bien en aplaudirme, no por cómo os he sabido hablar, sino por lo que os he dicho. Lo que os he dicho es lo que permite empezar de nuevo cada día. Permite iniciar cada jornada en la medida en que forméis parte de la comunidad, del cuerpo de Cristo real, “carnal”. Gracias por la posibilidad que me habéis ofrecido.