Don Gius
En torno a él fue naciendo un grupo de amigos apasionados por la realidad. Los que lo hemos conocido recordaremos siempre al hombre entusiasmado por el Réquiem de Mozart o las pinturas del Giotto. Abría nuestra humanidad, la «descubría» y, a la vez que exacerbaba en nosotros el asombro, nos revelaba que lo que veíamos y tocábamos era un signo del Infinito. La realidad es Misterio y el Misterio se llama Cristo. No he conocido mayor certeza sobre estos hechos que la que transpiraba don Giussani. Con él aprendí a buscar, y encontré. Y por ende, en la medida en que me adhería a su humanidad y la de sus amigos, me hacía más libre, abierta e inteligente. Era lo mismo que les pasaba a los discípulos con Cristo. El ciento por uno, además de la vida eterna.