Daniel Goldman: “Todos tenemos un fundamentalista dentro”
Todos los seres humanos tienen “fantasmas fundamentalistas”. Son ese “otro” que “está dentro tuyo y siempre te amenaza”. Por eso no resulta extraño que el miedo y el rechazo se abran paso con tanta facilidad, como resultado de brutales atentados terroristas. Así lo entiende Daniel Goldman, rabino de la Comunidad Bet-El de Argentina y amigo de vieja data de Jorge Mario Bergoglio. En entrevista reveló detalles del camino de diálogo que marcó al hoy Papa Francisco y advirtió que las posiciones extremistas nunca representan la totalidad de una religión.
Goldman fue, con el referente islámico Omar Abboud y el sacerdote católico Guillermo Marcó, uno de los fundadores del Instituto de Diálogo Interreligioso de Buenos Aires, hace poco más de una década. Esa iniciativa ya se extendió a toda América, no solo gracias al aval del pontífice sino, también, al apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA).
El rabino dijo no estar sorprendido por algunas discusiones que encienden los ánimos en Europa en los últimos tiempos como, por ejemplo, el intento por prohibir el uso del “burkini” en las playas de la región. Se trata de los trajes de baño que cubren casi por completo a las mujeres y respetan las costumbres de la tradición musulmana.
“Existe la tentación del conflicto tierra-tierra; yo no veo nada de malo en que uno vaya al mar como se le de la gana. Está el prejuicio sobre lo que simboliza eso (el burkini), el temor de lo que representa. En ese sentido yo aprendí al lado de Omar (Abboud) que no se deben confundir estos detalles del fundamentalismo con el islam. Desde ahí es importante combatir los propios fundamentalismos. Decidir cómo el otro tiene que vestirse o comportarse es parte del fundamentalismo que todos tenemos dentro”, consideró Goldman.
Por otra parte, recordó que el instituto del diálogo en Argentina surgió gracias a una serie de charlas en los hospitales de las afueras de Buenos Aires. Conversaciones con enfermeras y personal médico sobre el tema de la muerte. Se buscaba responder qué decía el islam, el cristianismo y el judaísmo sobre ese delicado tema.
Así surgió un camino en común. Espontáneamente, sin planearlo. A ese sendero se sumó después Jorge Mario Bergoglio, ya arzobispo de Buenos Aires. Las experiencias concretas fueron forjando en el entonces cardenal una idea de diálogo interreligioso que llevó después al papado.
Para Goldman, el diálogo propuesto por Francisco no busca un “reduccionismo tontamente espiritual”, sino que abarca la dimensión política, la dimensión económica y la dimensión social. Un intento establecer un vínculo entre los “núcleos blandos de las religiones”, reconociendo que existen “núcleos duros”.
“(Entre las religiones) hay valores que son iguales, valores que son parecidos y valores incompatibles. Empezar (una relación) por los valores iguales para pasar a los parecidos me resulta interesante, y respetar los que son incompatibles también es parte de esa cultura”, agregó.
Reconoció que existen dificultades en el diálogo interreligioso abierto, como lo busca el Papa. Pero advirtió que estas se encuentran más bien dentro de cada una de las comunidades religiosas y no tanto afuera. Sobre todo con esos “núcleos duros”, que ven con desconfianza cualquier tipo de apertura.
“La imagen del otro, mal entendido, siempre es una amenaza. Cuando no tienes tu identidad sellada te da temor vincularte con el otro. La identidad es algo que se va modificando todo el tiempo, a todos nos pasa, como que uno ya no es el mismo. Por eso entrar en el diálogo significa salir diferente de cómo ingresaste”, ilustró Goldman.
Se trata de una combinación peculiar. Un pensamiento que pareciera “débil” porque está abierto a la comprensión, en realidad es acompañado por convicciones fuertes. Así, para dialogar no es necesario perder la propia identidad. Al contrario, se necesita de valores para compartir. “El pensamiento puede ir modificándose pero la convicción implica algo medular. Eso medular, cuando se sociabiliza, toma una dimensión diferente”, apuntó.
“El concepto de institución -como tal- implica establecer límites, quién queda fuera y quién queda dentro. Cuando la institución religiosa tiene miedo de vincularse ahí es cuando se presenta el conflicto, el tema es cómo establecer puentes. Esto implica jugar con una suerte de red alrededor de la cual uno empieza con pequeñas cosas, pero las pequeñas cosas son los que marcan la vida de muchos”, subrayó.