Cristo, vida de la vida
AntologíaEl hombre y su destino. En camino, Encuentro, Madrid 2003 pp. 54-55
San Agustín decía: «In manibus nostris sunt codices, in oculis nostris facta» (San Agustín, «Sermo sancti Augustini cum pagani ingrederentur», en Códice de Magonza). «In manibus nostris sunt codices», los evangelios para leer, la Biblia para leer; pero no sabríamos cómo leerlos sin la otra cláusula: «in oculis nostris facta». La presencia de Jesús se alimenta, se conforma, se demuestra, con la lectura de los evangelios y la Biblia, pero se asegura, se vuelve evidente entre nosotros a través de un hecho, a través de hechos que son presencias. En la vida de todos hay un hecho que ha significado todo, una presencia que ha influido para toda la vida: ha iluminado el modo de concebir, de sentir y de hacer las cosas. Esto es lo que llamamos acontecimiento. Aquello en lo que se nos introduce permanece verdaderamente vivo, se verifica todos los días; y por ello todos los días tomamos conciencia, debemos tomar conciencia del acontecimiento tal como nos sucedió, del encuentro que tuvimos.
Concluyo este apunte sobre mis preocupaciones: Cristo, este es el nombre que indica y define una realidad que he encontrado en mi vida. He encontrado: había oído hablar de Él antes, de pequeño, de muchacho, etc. Podemos hacernos mayores y tener esta palabra resabida, pero mucha gente no se ha encontrado con Él, no lo ha experimentado realmente como presencia; en cambio, Cristo ha entrado en mi vida, y mi vida le ha recibido precisamente para que yo aprendiera a comprender que Él es el punto neurálgico de todo, de toda mi vida. Cristo es la vida de mi vida. En Él se resume todo lo que yo quisiera, todo lo que busco, todo lo que sacrifico, todo lo que se mueve dentro de mí por amor a las personas con las que me ha puesto. Como decía Moeller en una frase que he citado muchas veces: «Pienso que no podría vivir si no le oyera hablar de nuevo» (Cf. J. A. Moeller, La unidad de Iglesia, Servicios de Publicaciones de la Universidad de Navarra y Eunate, Pamplona 1996, p. 142). Era una frase que puse bajo una imagen de Carracci con la figura de Cristo cuando estaba en el instituto. Es quizá una de las frases que más he recordado en mi vida.
Cristo, vida de la vida, certeza del destino bueno y compañía para la vida cotidiana, compañía familiar y transformadora para bien: esto representa la eficacia Suya en mi vida.