Carrón: CL debe velar más para evitar ser utilizado
Julián Carrón, que cumplirá 62 años en febrero, es el sucesor de don Giussani. Al igual que él, vive en el instituto Sacro Cuore, con vistas a la tangencial Este de Milán. Ha heredado su cátedra de Introducción a la Teología en la Universidad Católica. Y desde hace siete años es el guía de Comunión y Liberación. Aunque no todos lo conocen, vista su legendaria discreción. «Nací en Extremadura, de padres campesinos. Cultivaban cerezos. Entré en el seminario de Madrid en 1960. Tenía diez años. Fui ordenado sacerdote en el 75, el año en que murió Franco».
¿Cómo fue su primer encuentro con Giussani?
«Fue casual, en Madrid. Al principio no capté toda la novedad que suponía. Solo con el tiempo percibí la diferencia, la novedad que portaba don Giussani: no en la oración, la liturgia o la reflexión exegética, sino en la conciencia viva de que el cristianismo es un acontecimiento que exalta y cumple lo humano; eso se convertía en experiencia en la relación con los jóvenes, que adquirían la capacidad de afrontar la realidad. Y lo mismo me sucedió a mí: al conocer a don Giussani vi que mi humanidad empezaba a ser escuchada y desafiada continuamente. Y que la fe podía incidir en la vida. Por eso le decía: “Nunca dejaré de estarte agradecido, porque me has permitido hacer un camino humano”».
¿Cuál es hoy su herencia?
«La compañía de don Giussani sigue estando aún en nuestra cabeza, en nuestros ojos, en cada fibra de nuestro ser. Su enseñanza es un tesoro todavía por descubrir. No cuento con otra experiencia para responder a los retos actuales más que la que él nos ha dejado. CL trata de rescatar la humanidad de las personas, trata de despertar a los jóvenes de su “sopor”, como lo definió Pietro Citati. Somos una realidad educativa, con muchísimos jóvenes que fascinados por el encuentro cristiano han decidido arriesgar, salir al exterior, jugar sus cartas para encontrar su camino».
A menudo se acusa a CL de contaminarse con el mundo, de ocuparse demasiado – a través de la Compañía de las Obras – de los negocios. ¿No es exagerado? ¿No ha habido errores?
«Lo que nos apremia es la naturaleza de la experiencia cristiana. Y la experiencia cristiana tiene que ver con todo. Al querer verificar si la fe sirve para afrontar cualquier clase de desafío, hay que asumir ciertos riesgos. Ninguna institución, ni la Iglesia ni ningún partido, puede evitar los errores de las personas particulares. No es lícito atribuir estos errores a la comunidad. Sería injusto. Cada cual es responsable personalmente de lo que hace. Por eso la identificación no es legítima, y esto vale para CL como para cualquier otra institución».
En Milán, se acusa a CL de haber construido un sistema de poder, que tal vez ha degenerado en escándalos, ¿qué tiene que decir sobre esto?
«Puede que haya habido personas que hayan utilizado a CL en cierto modo. La Iglesia llama constantemente a un ideal; cada uno lo vive según su propia libertad y responsabilidad. Por eso nosotros no intervenimos en ningún documento o acción de aquellos que tienen responsabilidad política. No existen candidatos de CL, no existen políticos de CL. Cuanto antes quede esto claro, mejor».
¿Está seguro de que es así?
«Seguro. Respetamos a todos, miramos con simpatía a quien procede de nuestro movimiento y se compromete en política por la educación que ha recibido, pero luego cada uno es responsable de lo que hace. Siempre debemos mantener lo que don Giussani llamaba “una irrevocable distancia crítica”».
¿Cree que CL debería velar más para evitar que lo utilicen?
«Siempre. Don Giussani decía: nosotros no delegamos en nadie nuestra presencia cultural, social y también política. Se trata, repito, de mantener una distancia crítica, y a esto no renunciaremos jamás. Somos una comunidad cristiana y no un partido o una corriente política».
¿Cuál es su valoración sobre Formigoni y su larga etapa en el poder?
«Lo que Formigoni ha hecho está a la vista de todos. Si un político resulta elegido cuatro veces, algo habrá hecho. No lo habrán votado sólo los de CL».
¿Y qué puede decir del caso San Raffaele?
«Lo veo desde fuera. No conozco el proceso judicial. Pero recordemos siempre que se trata de una grandísima institución».
¿Y qué piensa de la etapa de Berlusconi?
«No tengo los instrumentos necesarios para hacer una valoración global. En todo caso veo aspectos positivos que han hecho bien a Italia, y aspectos negativos. Por lo demás, sin duda no es el único responsable de la situación actual, que es muy compleja. Hay muchos factores».
¿No se ha inclinado CL demasiado a su favor?
«Inclinarse como comunidad cristiana a favor de una formación es un error, a menos que nos encontremos en una coyuntura histórica por la cual intervenga autorizadamente la guía la Iglesia; y eso sucede muy raramente. Creo que lo adecuado sería tener una mayor discreción. Como movimiento, debemos ser fieles a nuestra originalidad para poder ofrecer nuestra contribución. Muchas personas lo están haciendo. Pero una cosa es decidir colaborar al bien común y otra es militar en un partido. En los partidos se la juegan las personas concretas».
Usted ha definido la grave crisis económica actual como «un reto para cambiar». ¿Qué quería decir?
«Frente a la crisis podemos reaccionar de dos formas: quejarnos o aceptar el reto que nos plantea. Esta crisis es también cultural, antropológica: debemos replantearnos nuestro estilo de vida, pero también educarnos en una concepción de la vida que nos permita adquirir la consistencia necesaria para afrontarla. Eliot se preguntaba: “¿Dónde está la vida que hemos perdido viviendo?”. Debemos ser como el pueblo de Israel, que en la angustia del exilio encontró iniciativa y creatividad».
¿Ve que se está produciendo un retorno de los católicos a la política?
«Me impresionó lo que dijo el Papa hace dos años al Consejo Pontificio para los Laicos: “la contribución de los cristianos será decisiva solo si la inteligencia de la fe se convierte en inteligencia de la realidad”. No se trata de optar por una formación u otra, sino de abrir una nueva etapa. Me ha gustado mucho que una persona como Piero Sansonetti, al leer el manifiesto de CL sobre la crisis, haya dicho que propone una idea política fuerte».
Uno de CL, ¿podría votar a la izquierda?
«Depende de lo que quiera decir derecha o izquierda. Volvemos a los bandos. Hay muchas personas de izquierda con las que se puede recorrer una parte del camino. Pero si luego prevalecen las posiciones ideológicas o la disciplina de partido, el diálogo no se puede mantener. Y lo mismo vale con el otro bando. Están sucediendo cosas que parecían imposibles hasta hace pocos años: basta pensar en el trabajo que está haciendo en el Parlamento el Intergrupo para la subsidiariedad».
¿Cómo ve el Milán de nuestros días?
«Milán me deja estupefacto. Es una metrópoli con una enorme creatividad, con una laboriosidad y una capacidad productiva extraordinarias. Nacen muchas cosas».
Muchos la consideran una metrópoli en situación de dificultad.
«Sin embargo, lo que yo veo en el pueblo ambrosiano, en comparación con muchos países del mundo a los que viajo, es una gran capacidad de iniciativa».
¿En qué países está presente CL?
«Estamos en ochenta países y en los cinco continentes. Ahora voy a Nueva York para una suerte de edición americana del Meeting, luego continuaré el viaje por Sudamérica. El año pasado estuve en Rusia y en África. Sin embargo, en Italia se habla de CL como si solo existiera en Milán».
Pero nació en Milán. ¿Qué cambiará con el cardenal Scola?
«Scola es un auténtico regalo para la ciudad. Me parece que todos reconocen su espesor humano e intelectual, no solo el de su fe. Llegó hace pocos meses y ya ha sabido entablar un diálogo con todos. Su contribución será decisiva para que la vida eclesial, y por tanto social, pueda reemprender su marcha».
¿No cree que la Iglesia debería participar de alguna forma en los sacrificios que todos los italianos están llamados a hacer?
«Respecto al ICI (ndt, impuesto municipal sobre bienes inmuebles), el cardenal Bagnasco ya ha expresado su intención de aclarar este tema. Pero la Iglesia sostiene muchas obras de caridad y educación sin que su trabajo sea reconocido. La Iglesia da mucho más de lo que recibe».