Agradecimiento al Papa por su mensaje al Meeting
Santidad:
En nombre de todo el movimiento quiero agradecer, conmovido, a Su Santidad, el mensaje que ha dirigido a los organizadores y participantes en el XVIII Meeting para la amistad entre los pueblos. En él resuena con certeza y decisión la invitación a descubrir en Cristo el carácter positivo de la realidad en una época marcada por el escepticismo y el nihilismo. Hemos escuchado con extrema gratitud los juicios históricos y la propuesta educativa que ha expresado y que son tan correspondientes con la experiencia que vive nuestro movimiento.
En el mensaje que Su Santidad nos ha dirigido encontramos la confirmación llena de autoridad de un hecho evidente: que la pertenencia a Cristo, Señor de la historia, genera una mirada que valora cada pequeño fragmento de verdad presente en cualquier posición humana. De este modo se nos confirma el verdadero ecumenismo. Y por ello nos hemos permitido difundir en todas partes, por medio de nuestras comunidades esparcidas por todo el mundo, el mensaje de Su Santidad, pidiendo a todos nuestros amigos que sea objeto de una atenta reflexión y de anuncio público.
Nunca como en este momento histórico difícil para el mundo y para la Iglesia, he sentido tanto a Su Santidad como padre y maestro. Asimismo Su presencia y Su paternidad han representado para mí y para todos mis amigos una propuesta de vida en el encuentro con los jóvenes en París. A través del testimonio transparente de Su persona —hasta el sacrificio entero de sí mismo—, que hemos presenciado con nuestros jóvenes, se ha hecho visible, audible y palpable mediante Su presencia la contemporaneidad del acontecimiento de Cristo.
El asombro y agradecimiento por todo ello han agudizado siempre en mí la conciencia de la responsabilidad que nos llega a través de Su providencial y milagrosa existencia: la res-ponsabilidad de ser en toda nuestra vida un signo de la gloria de Cristo en la historia humana, según el designio del Padre que está en los cielos.
Abandonado a Su oración, Santidad, confío a la Virgen las intenciones de Vuestro corazón de Padre. Con el corazón cada vez más lleno de gratitud y con la voluntad cada vez más dispuesta a la identificación con Su fe y Su caridad —reconocidas ya por todo el mundo— imploro Su bendición apostólica sobre nuestro corazón en camino hacia el rostro de Dios.
Su humilde
sac. Luigi Giussani
Milán, 19 septiembre 1997