Huellas n.8 septiembre 2024

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En tren hacia Rimini, don Luigi Giussani se encontró con unos jóvenes y vio «que desconocían totalmente la religión y el cristianismo». Aquel episodio despertó en él «la “rabia” de que conocieran, de que supieran más, de que fueran más los que pudieran conocer lo que a mí se me había dado». ¿Conocer qué? «Que la gente entienda aquello para lo que está hecho su corazón; que la gente entienda un poco mejor el Destino para el que está hecha (…), al comienzo estuvo la idea de comunicar a otros más jóvenes que yo lo que me hacía estar contento de vivir» (L. Giussani, Los jóvenes y el ideal. El desafío de la realidad, Encuentro 1996, pp. 56-57).

Este número de Huellas tiene su origen en la pasión que tenía don Giussani por comunicar lo que él vivía a los jóvenes. Que la situación educativa es una emergencia –tan grave como descuidada, cuando no conscientemente ocultada– es algo que llevamos años oyendo. Sin embargo, no se habla tanto de la “pasión educativa”, es decir, de la relación que se genera entre adultos y jóvenes cuando se dan y se exigen una libertad mutua, cuando comunican la experiencia que viven acompañada de una invitación a verificar si la propuesta que se les hace corresponde a lo que verdaderamente desean.

«Introducción a la realidad total». Así es como llama don Giussani a la experiencia educativa, y añade: «testimonio de un modo vivo de relacionarse con la realidad». «Realidad total», «modo vivo»: como hacía siempre en las aulas del liceo Berchet y de la Universidad Católica, don Giussani ofrecía su clave interpretativa de la realidad exponiéndose al riesgo de la confrontación, más aún, invitando al diálogo y a la crítica. La educación es la presencia de una vida, es comunicación de la verdad de uno mismo: una manera de estar que va contra la corriente de la mentalidad común, que tiende a reducir a cuestiones técnicas y prácticas la tarea del educador. Sin embargo, la vida solo se comunica con la vida.

La edad más complicada en el itinerario educativo es la juvenil, y aquí llegamos al corazón de este número de la revista, que se abre con un diálogo entre Franco Nembrini y Matteo Severgnini, que nos devuelven la imagen de unos jóvenes vulnerables, sin un significado para vivir, frente a unos adultos atemorizados, incapaces de asumir su propia tarea. En este contexto que parece privado de esperanza, la contribución de nuestros interlocutores invita a tomar en serio la propuesta de don Giussani. La experiencia educativa es ante todo un encuentro, una relación humana que abre paso a un camino que recorrer juntos.