Huellas N.6, junio 1999

"Enfocar" el Misterio

La vida de un pueblo está marcada por acontecimientos extraordinarios que, entrando en el curso normal de la existencia, nos reclaman a reconocer que es el Misterio quien constituye la fuente profunda de todos los datos de la experiencia. Para la vida de nuestro movimiento el designio misterioso de Dios ha querido que sucedieran, muy cerca en el tiempo, dos hechos excepcionales.
El 24 de mayo en la sede de la ONU en Nueva York, se celebró la presentación del segundo volumen del «Curso Básico de Cristianismo» de Luigi Giussani, At the Origin of the Christian Claim (Los orígenes de la pretensión cristiana). Además de monseñor Renato Martino, Observador permanente de la Santa Sede en la ONU, participaron en el encuentro el arzobispo de Nueva York John O’Connor, el rabino Neil Gillman, director del departamento de Teología del seminario judío de Nueva York, el embajador afgano Razan A. G. Farhadi, y envió su intervención escrita el pastor luterano Gilbert C. Meilaender, director del Instituto de ética cristiana de la Universidad de Valparaíso. Fue un gesto de ecumenismo real en continuidad con el que se celebró en 1997 con ocasión de la publicación de El Sentido Religioso en lengua inglesa. Ambos encuentros han nacido de la vida y la fidelidad de una pequeñísima comunidad puesta como una semilla en el corazón del imperio de hoy.
El segundo trágico evento sucedió dos días después por la noche. En un accidente de coche murió nuestro querido Enzo Piccinini, cirujano inestimable, padre de cuatro hijos y uno de los responsables del movimiento.
A los que se han quedado afligidos por la repentina pérdida y a todas las comunidades de CL don Giussani ha pedido en seguida que miráramos a la inteligente y apasionada entrega de Enzo y pidiéramos heredar su misma fe.

Tanto en el estupor que provoca lo que se nos da, don inesperado y signo de la riqueza de nuestro carisma, como en el dolor por lo que parece que se nos arranca de manera inexplicable, se abre paso un sentimiento que clarea en el horizonte: todo proviene de un Misterio que es el verdadero protagonista de la historia y que, por tanto, interviene en nuestra vida según planes que no son los nuestros.
El Misterio se nos comunica según medidas que exceden los límites que nosotros ponemos a las cosas y a los hechos. Esto nos desconcierta y provoca una repentina distancia. Tenemos la tentación de quedarnos en la superficie de los acontecimientos. Como mucho, quedamos suspendidos en una especie de “espera”, como si la disponibilidad a la voluntad del Padre coincidiera con una extraña pasividad. En cambio, un poeta italiano, Piero Bigongiari, ha escrito que la verdadera espera no es pasiva, sino que es capaz de “enfocar”, como quien escruta entre la masa anónima para vislumbrar el rostro conocido.

¿Qué hay que “enfocar” en estos dos eventos tan distintos e imponentes? Y, ¿de dónde sacar la energía para hacerlo? Gracias a Cristo, acontecimiento presente, la razón está llamada a completarse reconociendo las cosas tal cual son, es decir, reconociendo que lo real hunde sus raíces en el Misterio que es Dios «todo en todos». En esta cima de la actitud racional las exigencias del corazón encuentran su auténtica satisfacción. «¡Qué vida tan intensa se le promete a quien sorprende, instante tras instante, la relación que tiene todo con el origen! Cada instante tiene una relación definitiva con el Misterio, y por eso nada se pierde: por esto existimos, y en esto reside nuestra felicidad» (L. Giussani, S. Alberto, J. Prades, Generare tracce nella storia del mondo, de próxima publicación en Ed. Encuentro).
Con estos dos acontecimientos que marcan el tiempo presente para nuestro movimiento, Dios quiere despejar el campo de toda pasividad que hayamos tenido, para dedicarnos más libremente a la obra de testimonio y caridad para la que nos genera continuamente en el mundo.
Cristo «todo en todos», enfoca nuestros días mendigando nuestra libertad, y nuestra respuesta, que es mendigarle, enfoca la presencia del Misterio entre nosotros.