Huellas N.1, Enero 2012
La onda expansiva viene de lejos, mucho antes de la crisis. Llevamos años viendo cómo todo cambia a ritmo vertiginoso, pero si hay un ámbito en donde los cambios inciden duramente, hasta cambiar el modo de trabajar al que estábamos acostumbrados, los pesos y las medidas que solíamos utilizar, este es el mundo del trabajo.
No se trata simplemente de medidas económicas o mecanismos laborales, como se podía pensar hasta hace unos años, de deslocalización de la mano de obra y de las empresas, de evolución tecnológica y de nuevas formas de trabajo precario. Es un hecho que nos afecta a todos más a fondo. Porque el trabajo vale más que los números y los balances. El trabajo dice lo que somos, nuestra manera de entendernos y de concebir la relación que tenemos con la realidad. Es «una expresión fundamental de nuestro ser», nos ha recordado a menudo don Giussani.
Es allí, ante tu tarea en la oficina o ante los platos que hay que lavar, donde se pone de manifiesto con claridad de dónde partimos para vivir, qué hipótesis tenemos para afrontar la realidad. Por ello, la crisis nos desafía – en cierto sentido – más que en otros aspectos, acerca del significado del trabajo.
¿Cómo está cambiando – o puede cambiar – en este tiempo nuestra mirada sobre el trabajo? ¿Qué significa ir al fondo de este aspecto decisivo de nuestra vida diaria, poniendo a prueba el juicio que nos acompaña a lo largo de estas semanas, es decir, que la crisis es, en primer lugar, «un reto para cambiar»? ¿El trabajo – con todas las recientes, concretísimas inseguridades que nos producen los recortes, el desempleo, el peligro de perder un sueldo fijo – es algo que nos sofoca o una oportunidad que estamos aprovechando? ¿Es sólo una preocupación o también una provocación?
Nosotros apostamos por la segunda hipótesis. A partir de una realidad muy concreta, que cuenta con los cambios del mundo laboral: el mercado, la oferta, las estructuras, lo que sirve y lo que ya no sirve. Y lo hacemos contando historias de personas que están comprobando la validez de esta hipótesis. Y, de esta manera, otorgan un rostro y un alma a lo que hemos propuesto en unas 80 ciudades de Italia y fuera de Italia (tal como explicamos en el artículo sobre las presentaciones públicas del documento de CL sobre la crisis): también ahora, la realidad es positiva. La crisis puede ser realmente un reto para cambiar, si tomamos en serio nuestra vida y nuestro deseo. En definitiva, si no censuramos nuestra humanidad y volvemos a ponernos manos a la obra, empezando por la verdad de uno mismo y el sentido de su trabajo.
Et incarnatus est2
Resulta difícil encontrar una expresión artística que perciba mejor que el Et incarnatus est – usando palabras de Eliot – ese «momento en el tiempo y del tiempo, / un momento no fuera del tiempo, sino en el tiempo, en / lo que llamamos historia: cortando, bisecando / el mundo del tiempo, un momento en el tiempo pero no como un momento del tiempo, / un momento en el tiempo, pero el tiempo se hizo mediante / ese momento, pues sin el significado no / hay tiempo, y ese momento del tiempo dio el / significado»3.