A pleno pulmón

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Fernando de Haro

El cuerpo sin vida de Benedicto XVI, con la casulla roja de los mártires, sigue hablando con claridad. De sus labios ahora, vuelven a salir, más nítidas que nunca, sus palabras: “por un lado, no queremos morir; los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos”. No queríamos, no queríamos, que muriera. “Sin embargo, tampoco deseamos seguir existiendo ilimitadamente”. “Entonces, ¿qué es realmente lo que queremos?”. San Agustín señalaba que “en el fondo queremos sólo una cosa, la vida bienaventurada, la vida que simplemente es vida, simplemente felicidad. (…) No conocemos esta verdadera vida y, sin embargo, sabemos que debe existir algo que no conocemos y hacia lo cual nos sentimos impulsados”. “No conocemos eso hacia lo que nos sentimos impulsados y no podemos dejar de tender a ello y, además, sabemos que todo lo que podemos experimentar o realizar no es lo que deseamos (…)”...
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