Golondrinas

La Vanguardia
Pilar Rahola

...Me encanta la vida menuda y siempre que observo estos pequeños milagros que nos acompañan por el camino, sin casi ruido, imperceptibles al ojo que no sabe mirar, siento una profunda tristeza por nuestra depredadora inconsciencia. Somos una especie soberbia y egocéntrica, incapaz de maravillarse por estas delicadas obras de arte que palpitan a nuestro lado, sin otro hito que honrar la vida. ¡Y, sin embargo, cuánta perfección en su pequeñez, cuánta sutileza! Por eso, cada vez que abro la puerta de la calle, alzo la mirada hacia el rincón de los nidos, y cuando pasa alguna cosa, una golondrina que entra con comida, la cabe­cita de un polluelo que sobresale..., me siento como una niña pequeña que acaba de recibir un regalo y, durante un rato, recupero la confianza en la esperanza de este planeta maltratado...
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