Papa Francisco. «La paz es una tarea»
Las palabras del Santo Padre en el Castillo de Laeken (Bruselas) ante las autoridades y la sociedad civil en su viaje apostólico a Luxemburgo y Bélgica«La concordia y la paz no son una conquista que se logra de una vez por todas, sino una tarea y una misión». Son palabras del papa Francisco ante las autoridades y la sociedad civil en el castillo de Laeken, residencia oficial del rey de Bélgica, con motivo de su viaje apostólico al que ha definido como un país «puente» en Europa y como «corazón palpitante» de su «gigantesco organismo».
«La concordia y la paz son una tarea y una misión», explicó el Santo Padre durante la segunda etapa de su viaje apostólico, Bruselas, después de pasar por Luxemburgo. «Una misión que se debe cultivar incesantemente, con tenacidad y paciencia. El ser humano, en efecto, cuando deja de hacer memoria del pasado, privándose de la enseñanza de este, posee la desconcertante capacidad de volver a caer, incluso después de haberse levantado, olvidando los sufrimientos y el coste aterrador para las generaciones pasadas», dijo Francisco a casi 300 representantes de las autoridades políticas y religiosas, empresarios, mundo cultural y sociedad civil. «En esto la memoria no funciona, es curioso, hay otras fuerzas, tanto en la sociedad como en las personas, que nos hacen caer siempre en las mismas cosas».
Según el Papa, «Bélgica es más valiosa que nunca para la memoria del continente europeo. Memoria que, naturalmente, pone a disposición argumentos irrefutables para el desarrollo de una acción cultural, social y política constante y oportuna, a la vez valiente y prudente y que excluya un futuro en el que la idea y la práctica de la guerra, con sus consecuencias catastróficas, vuelvan a ser una opción viable».
«La historia –siguió diciendo Francisco–, magistra vitae, muy frecuentemente ignorada, desde Bélgica llama a Europa a reemprender su camino, a recuperar su verdadero rostro, a confiar nuevamente en el futuro abriéndose a la vida, a la esperanza, para vencer el invierno demográfico y el infierno de la guerra. Son las dos calamidades de este momento. El infierno de la guerra, que ya lo estamos viendo —que puede transformarse en una guerra mundial—, y el invierno demográfico».
Circunstancias en las que «la Iglesia católica quiere ser una presencia que, dando testimonio de su fe en Cristo resucitado, ofrece a las personas, a las familias, a las sociedades y a las naciones una esperanza antigua y siempre nueva, una presencia que ayuda a todos a afrontar los desafíos y las pruebas, sin entusiasmos volátiles ni pesimismos sombríos, sino con la certeza de que el ser humano, amado por Dios, tiene una vocación eterna de paz y de bien, y no está destinado a la disolución ni a la nada».
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