Foro de Jóvenes. «Para que el fuego no se apague»

Tres días de trabajo y encuentros para 250 jóvenes de todo el mundo. Es el primer “paso” tras la aventura del Sínodo, marcado por palabras como “misión” y “sinodalidad”. ¿Pero qué significan realmente?
Michele Borghi

Sinodalidad y misión. Estas son las palabras-clave que mejor describen los contenidos que hemos visto durante el Foro Internacional de Jóvenes, en el que he participado como delegado de Comunión y Liberación. Tres días de encuentros para entender los frutos que ya dio el proceso sinodal y cuál es el camino que nos espera. Como señalaba un amigo durante una mesa de trabajo, el Sínodo corre el riesgo de quedar «como un evento ya visto en la agenda», algo pasado, de lo que ya se puede pasar página. ¿Qué enseñanzas podemos obtener? ¿De qué modo nos interpelan?

Durante el Angelus del 28 de octubre de 2018, Francisco ya destacó que «el primer fruto de esta Asamblea sinodal debe estar precisamente en el ejemplo del método que se ha intentado seguir (…) Un estilo sinodal que no tiene como objetivo principal la elaboración de un documento», sino «que se difunda un modo de ser y de trabajar juntos jóvenes y ancianos, en la escucha y en el discernimiento para llegar a elecciones pastorales que respondan a la realidad». Muchas veces, en estos últimos años, se ha oído hablar de sinodalidad. Se oye esta palabra como algo extraño, a veces molesto. ¿Pero qué significa realmente? ¿Por qué tanta insistencia en este término?

La Exhortación Apostólica post-sinodal ''Christus vivit''

El primer día del Foro, un joven auditor del Sínodo, Gioele, explicó que «el estilo sinodal tiene que ver con la experiencia concreta», tan concreta que también lo podía ver «en los momentos informales, en la oración y en el silencio». Efectivamente, a mí tampoco me ha resultado difícil reconocer cómo era este “estilo” nada más empezar el Foro. No estamos hablando de un complejo proceso estructural sino de una actitud en cierto modo ya presente en la sencillez de la propia experiencia cristiana y de Iglesia. La fe vive de la carnalidad de una comunidad; y entre pelear, quedarse indiferentes y caminar juntos, la tercera actitud es a lo que uno naturalmente tiende.

Me he dado cuenta en varios momentos del Foro, escuchando ciertas intervenciones. Algunos hablaban de realidades que, gracias al Sínodo, se han dejado interpelar desde dentro y han empezado «a salir de terminologías que a menudo machacan» y que «nos hacen incomprensibles»; otros se han visto empujados a «entender juntos dónde poner la propia seguridad», haciendo «un esfuerzo por no hacer una lectura sociológica, sino descubrir lo que espíritu de los tiempos pone de manifiesto». Otros, gracias a la invitación del Sínodo, están «consiguiendo poner nombre a ciertos problemas, dando razones de una distancia» –entre la Iglesia y los jóvenes– a menudo causada por una «tendencia a juzgar». De hecho, muchos ejemplos mostraban cómo ser sinodales no es más que ser comunidad, dejarse tocar por lo que sucede y caminar juntos para comprender los pasos que nos exigen los desafíos de la actualidad.

LEE TAMBIÉN la Exhortación Apostólica "Christus vivit"

Otro reclamo importante que salió a la luz espontáneamente durante el Foro fue el de la misión y el testimonio. No como proselitismo sino como una naturaleza que se ve llevada a ser compañera de cualquiera que nos salga al encuentro. Pude comprobarlo en varias conversaciones con gente que, discretamente, ha sabido empezar un camino con personas que «en la Iglesia siempre se habían sentido solo juzgadas». Y lo hacen sencillamente escuchándolas, valorándolas. Como dice el mensaje final del encuentro, «nuestra misión está arraigada en la certeza de que somos infinitamente amados. Por un amor así, podemos ir a cualquier parte y dar la vida por los demás». Por tanto, tenemos la posibilidad de encarnar esa mirada que hemos interceptado, hacerla nuestra y donarla, a veces con gran discreción, a los que nunca la han conocido. No porque lo que tenemos entre manos supere la experiencia de los demás –si pensamos así, ya no interesará a nadie– sino porque nos lleva a afirmar al otro, sin ninguna condición previa. No en vano, durante la audiencia con los que habíamos participado en el Foro, Francisco nos recordaba que «el fuego, para que no se apague, tiene que expandirse; si no se convierte en cenizas, tiene que propagarse. Por ello, ¡alimenten y propaguen el fuego de Cristo que hay en ustedes!».

Si la intención del Foro era comprender cuál es la hoja de ruta del Sínodo, quedó claro que cada uno de nosotros es protagonista. Es una “conversión pastoral” lo que se nos pide y, ante este proceso, los jóvenes «o son protagonistas o no son nada; o van delante del tren o terminarán siendo vagón de cola, arrastrados por la marea», dijo el Papa. El proceso iniciado es largo, pero no se moverá solo. Francisco nos llama a una corresponsabilidad, uno a uno, sin directivas desde lo alto sino invitándonos a partir cada uno de la propia experiencia. Como sugería un compañero de trabajo, «tal vez el primer paso sea participar con nuestra vida, que seamos los primeros en vivir la vida de la fe».