Experiencia de belleza interior

La Razón
Mons. Francisco Pérez, Arzobispo de Pamplona-Tudela

El 22 de febrero se cumplió el 5º aniversario del tránsito al cielo de D. Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación nacido en Italia. Fue en 1954 cuando don Giussani dio vida, a partir del liceo clásico «Berchet» de Milán, a una iniciativa de presencia cristiana llamada «Gioventú Studentesca»

Comunión y Liberación es un movimiento eclesial cuya finalidad es la educación cristiana madura de sus propios seguidores y la colaboración con la misión de la Iglesia en todos los ámbitos de la sociedad. Como lema fundamental viven el acontecimiento cristiano, vivido en la comunión, que es el fundamento de la auténtica liberación del hombre. Y así lo decía el Papa Juan Pablo II: «He aquí la original intuición pedagógica de vuestro movimiento: volver a proponer, de modo fascinante y en sintonía con la cultura contemporánea, el acontecimiento cristiano, percibido como fuente de nuevos valores, capaz de orientar la existencia entera» (Carta del día 22 de febrero 2004). Las siglas actuales, Comunión y Liberación (CyL), aparecen por primera vez en 1969. En la actualidad, Comunión y Liberación está presente en cerca de 70 países en todos los continentes.

Sin la familia, institución a la que tanto se persigue hoy día, posiblemente no tendríamos ni al autor ni, por supuesto, a su obra. Para D. Luigi su familia fue vital; siempre recordaba algunos episodios de su vida en familia, signos de un clima de gran respeto por la persona y de una educación activa en mantener despiertas las dimensiones verdaderas del corazón y de la razón. Por ejemplo, el episodio que le contempla todavía niño caminando con su madre bajo la primera luz del amanecer a la misa matutina. Queda grabada en su memoria la repentina exclamación de su madre al ver la última estrella que brillaba en la creciente luminosidad del cielo: «¡Qué bello es el mundo y qué grande Dios!».

Recuerdo con mucho cariño, cuando yo era formador en el Seminario de Madrid, los momentos que hablaba con D. Julián Carrón, que actualmente es el sucesor de D. «Gius», como familiarmente llamaban a su fundador. Siempre sentí la pasión que en él se anidaba por mostrar la bondad y la belleza de la fe, con una segunda pasión que desbordaba y era el amor a la Iglesia en Comunión. Me he sentido interpelado por el estilo tan directo y provocativo que usan los miembros de este movimiento tan extendido en todo el mundo y que tanta gloria seguirán dando a la sociedad y en comunión con la Iglesia. En mi experiencia de obispo siempre digo que cuando el Espíritu Santo pasa por mi puerta nunca se la cierro y los carismas en la Iglesia son frutos y dones concretos del mismo Espíritu. A ellos estimo y quiero como destellos de luz y gracia particular; ellos ayudan a seguir embelleciendo a la Iglesia siempre nueva como esposa radiante.

Los miembros de este carisma están enamorados de Jesucristo y esta historia de amor, decía el cardenal Ratzinger en el funeral de D. Giussani, no se basa en un entusiasmo ligero y está fuera de cualquier romanticismo vago. Viendo a Cristo, realmente supo Giussani encontrarlo para seguirlo. Este encuentro es un camino, que atraviesa los «valles oscuros». «En el evangelio, hemos sentido propiamente el último momento oscuro del sufrimiento de Cristo, de la aparente ausencia de Dios, del eclipse del Sol del mundo. Ir por el camino de la cruz, invita a vivir en la verdadera alegría: «Quien busca su vida la perderá y quien la pierde la encontrará».

No quiero terminar estas líneas sin hacer mención a la entrañable devoción de D. Luigi a la Virgen. En la carta que envió a Juan Pablo II con ocasión del 50 aniversario del nacimiento de CyL, termina diciendo: «Nuestro movimiento, que el Espíritu de Cristo ha suscitado y creado en la obediencia y en la paz, inspire fraternalmente a toda la sociedad cristiana, de tal manera que en dondequiera que la fe sea proclamada se puedan encontrar vestigios de la santidad de la Virgen».

Haz clic para ir al artículo