Una cadena ininterrumpida de testigos

JMJ 2011
José Luis Almarza

Con motivo de la Peregrinación de la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud en la Iglesia de Madrid

Como la transmisión de la llama de la antorcha olímpica, del mismo modo que se entrega el testigo en una carrera de relevos, como la película titulada Cadena de favores, así se comunica y transmite la fe: por ósmosis –como el roce hace el cariño- cuerpo a cuerpo, en vivo y en directo, a pie de calle, a pie de obra, dentro del surco de las propias e intransferibles circunstancias por las que cada uno está pasando.
Mirándonos a la cara, a viva voz –como en un gran concierto o en una finalísima deportiva presenciada en primera fila-, concediéndonos unos a otros el tiempo de nuestra vida y nuestros mejores talentos…así se comunica la esperanza.
Con el roce y la relación del abrazo cálido, tierno, apretado y exigente a la vez. A fuego lento, en las ascuas encendidas del Espíritu: así pasa de unos a otros el acontecimiento de la caridad; gratuidad imborrable que deja huella, en nosotros, de por vida.

Las huellas, las mismas huellas que dejó, por los caminos de Galilea y de Judea, Jesús de Nazaret. El impacto, el mismo impacto que produjo aquel Hombre ungido en el corazón de la samaritana o de Zaqueo, en el ciego de nacimiento que recobró la vista o en Pedro, que pasó a ser pescador de hombres y roca firme en la que apoyarse.
Así, a través de una cadena ininterrumpida de testigos, llegó el anuncio de Cristo a nuestros abuelos; y a través de ellos llegó a nuestros padres; y por medio de ellos nos ha alcanzado a nosotros. Un cadena de testigos y favores, un flujo humano –sólo en apariencia casual- por los que tú y yo, aquí y ahora, somos alcanzados. Privilegio impagable, fortuna totalmente inmerecida, por la que podemos decir y tratar de tú a Cristo: Tú, el amigo y compañero incomparable, la Presencia más excepcional, la Realidad viviente, la más real entre todos los aconteceres y sucesos de la vida.

Por eso la Cruz  de la Jornada Mundial de la Juventud va pasando por los pueblos y calles de Madrid; e irá recorriendo los caminos y avenidas de España: anunciando, convocando y atrayendo a jóvenes de Madrid, de España, de Europa y del mundo. Con una promesa que parece imposible, pero que porta una realidad presente que es respuesta veraz a las necesidades y anhelos más profundos del corazón humano.
En medio de esa cadena de testigos, uno de ellos me alcanzó a mí cuando me dijo que sólo hay una cosa que no envejece con el tiempo: el corazón.
Aquel Hombre, Jesús de Nazaret, al ser elevado sobre la tierra en su Cruz – a corazón abierto-, comenzó a atraer toda la realidad creada hacia sí. Y el primer movimiento de este atractivo vencedor – que es Cristo crucificado y resucitado- resulta ser la Iglesia, un pueblo que camina tras sus hermosas huellas con la cruz de cada día.

En los próximos meses – como viene ocurriendo en los anteriores- la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud, la Cruz que anuncia y prepara, a la vez, el encuentro de los jóvenes del mundo con el Papa Benedicto XVI, pasará por las calles, colegios y templos de Madrid y resto de la Comunidad Autónoma
Estamos todos invitados, especialísimamente los jóvenes de todas nuestras comunidades parroquiales, asociaciones juveniles, movimientos apostólicos y centros de enseñanza, para acompañar y celebrar juntos la presencia de este signo entre nosotros; actividad común que nos ayuda a preparar ya este gesto de comunión eclesial de la juventud mundial con el Papa Benedicto XVI.