Escursión durante el Equipe de Bachilleres en La Thuile

Equipe de Bachilleres. «Que esta historia sea mía»

Seiscientos alumnos y profesores pasan un fin de semana en La Thuile. Excursiones, cantos y asambleas para ver cómo el encuentro que ha marcado la vida de otro también puede cambiar la mía
Tommaso Sperotto

«El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio». Con esta cita de Las ciudades invisibles de Italo Calvino, Matteo Severgnini (Seve) presentó el Equipe de Bachilleres, titulado “He aquí la paradoja: la libertad es depender de Dios”, donde se reunieron el pasado fin de semana más de 600 jóvenes y adultos de más de una decena de países europeos.

El «infierno de los vivos» ya está aquí: en las guerras, en la falta de sentido que invade las noticias de las últimas semanas, en el sufrimiento por nuestro límite y el de los demás, en la frustración por no entender el porqué. «¿Qué hacer con el dolor?», «¿cómo ayudar a un ser querido que se ha construido una burbuja alrededor?», «¿cómo no tener miedo de la propia fragilidad?». Y también: «¿Es posible vivir intensamente todos los días, en clase, cuando estoy solo?», «¿se puede descubrir algo nuevo en las cosas de siempre?». Partiendo de estas preguntas, durante una asamblea con Davide Prosperi se impuso un único interrogante transversal de fondo que cargó el fin de semana de una tensión palpable: ¿es posible vivir una vida auténtica, verdadera y llena de significado? ¿Es posible el “paraíso de los vivos”? ¿Y es posible que ya esté aquí? La alternativa ya la conocíamos demasiado bien todos los que estábamos en ese salón de La Thuile: ponerse una máscara, conformarse y tratar de olvidar. Pero afortunadamente no pasa mucho tiempo antes de que empiece a pesar el aburrimiento por vivir lejos de nosotros mismos, esa huida nos cansa. Lo decisivo entonces es reconocer quién y qué «no es infierno». El équipe de estos días ha servido para «dejarle un espacio» sorprendente.

Una chica polaca preguntó: «¿Cuál es el método, el corazón de la propuesta de Bachilleres?». Respuesta: el encuentro de Juan y Andrés con Jesús, un encuentro excepcional que cambia la vida entera, un encuentro que, aunque no resuelve todos los problemas, convierte la vida en una gran aventura. Como el de la Samaritana: aparentemente insignificante en comparación con los grandes acontecimientos que marcan la historia y, a primera vista, nada más que una afortunadísima coincidencia. Pero no es un encuentro casual, sino la forma en que somos llamados, elegidos, preferidos. Aún hoy, podemos empezar a descubrir que nuestra vida no es “casual”, sino la forma “inexcusable”, sin motivo aparente, con la que somos perdonados y abrazados con nuestras fragilidades.

Una excepcional inexcusable, gratuita, que se abrió paso en La Thuile potentemente, a través de las palabras que se decían, pero no solo. La excursión a la montaña el sábado por la mañana, el silencio durante la subida, los cantos alpinos, las comidas y cenas con jóvenes de varios países y algún profesor que haga de intérprete improvisado, las noches de cantos en la plaza del hotel: todo mostraba una familiaridad singular, como si todos esos desconocidos fueran amigos de toda la vida. El domingo por la mañana, el testimonio de una pareja de esposos mostró un camino prometedor. Paolo y Teresa pusieron delante de todos los frutos que maduran en una vida vivida como vocación, como diálogo con un “Tú”. Se imponía algo deseable, preferible, que dejó a todos en silencio.

Pero, «¿cómo puede llegar a ser mía la historia de otro?», preguntó una chavala española. ¿Cómo es posible que todo lo que tengo delante de mis ojos pueda llegar a ser mío? ¿Cómo puede ser que el testimonio de otros llegue a ser mi propia identidad? En primer lugar, respondió Prosperi, «solo si esa historia ya es tuya», solo si ese acontecimiento toca lo que es más tuyo, más profundamente tuyo: tu corazón. Un acontecimiento tan natural que resulta excepcional ha salido a nuestro alcance como historia, como compañía, como amistad que encarna el destino, que hace sonar las cuerdas de mi corazón. Dejar espacio a algo que «no es infierno» significa volver a casa deseando dejarse “moldear” por esta amistad sobreabundante y totalizante, con este “paraíso de los vivos” que no tiene miedo de nuestros miedos y que nos invita a apostarlo todo por lo que nos ha sucedido y por nuestro deseo. Entonces, que la historia de otro llegue a ser mía no significa imitar o reproducir las formas, sino seguir el camino donde el Misterio se hace presente.

Otra chica, durante el viaje de vuelta, expresaba su agradecimiento no solo por la belleza vivida esos días, sino por el camino de todo el año y por la historia a la que pertenece. Otro, mientras comíamos en la montaña, decía: «Lo que me interesa de esta amistad es hacerme “adulto en la fe”», citando una expresión de don Giussani que habían usado en la introducción. Es conmovedor ser testigo de una historia que empieza a adquirir unos rasgos muy profundos en chavales de 16 o 17 años, espectador de un deseo que aflora y se abre de par en par.

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El sábado por la noche, a través de canciones, lecturas y videos, se nos presentó un recorrido por la libertad, tan buscada y reivindicada como difícil de conseguir y mantener, tan prometida como ilusoria a veces. ¿Es posible ser «libre-libre», como dice Giussani en El sentido religioso? Una pregunta vertiginosa, cuya respuesta no lo es menos: la libertad es depender de Dios, es relación con el infinito. ¿Cómo lo podemos descubrir? ¿Cómo lo podemos verificar? Al volver de La Thuile, me sorprendía más libre que al ir: más completo, liberado gracias a la compañía del Infinito que se ha hecho carne, que se ha hecho experimentable. Soy más libre porque dependo de una realidad humana que me ha vuelto a perdonar, sacándome de la nada, del «infierno de los vivos», relanzando toda la trayectoria de mi existencia. «Vuelvo con ganas de volver a clase –decía una chica– y jugármela más este año en Bachilleres»: porque estar “pegados al cántaro” que contiene el agua que nos sacia suscita en nosotros el gusto por arriesgarse a vivir de verdad.