Protestas en la Universidad Estatal de Milán (ANSA/Valeria Ferraro/SOPA Images via ZUMA Press Wire)

Universidades ocupadas. ¿Dónde está el bien que buscamos?

Las protestas por la guerra en Gaza sacuden los ateneos del mundo entero. ¿Qué es lo que está en juego? ¿Dónde reside la verdadera paz?
Maria Acqua Simi

En las últimas semanas muchas universidades se han convertido en escenario de protestas y ocupaciones secundando las movilizaciones que comenzaron en Estados Unidos contra la guerra en Gaza. Pero el boicot a las clases, la ocupación de los espacios y la violencia, ¿de verdad pueden cambiar las cosas? Los universitarios de Comunión y Liberación en Italia han elegido otra forma de mirar la guerra en Tierra Santa, intentando vivir en la universidad esa paz, esperanza y deseo de construir que todos tienen. Ha surgido así un manifiesto que ha sido ocasión de diálogo con todos, también los que protestan.

Pedro estudia quinto de Filosofía en la Estatal de Milán: «No están siendo días fáciles, en algunos casos las protestas conllevan la suspensión de clases o la cancelación de eventos importantes para nosotros. Lo que más duele es saber que muchos de los que han acampado aquí con sus tiendas ni siquiera son universitarios, sino gente de asociaciones pro-palestinas y otros colectivos, pero esa no es la cuestión. Según iba creciendo la protesta, nos hemos preguntado si nosotros tenemos algo que decir, ¿qué tiene que ver la universidad con esto? Solos habríamos sido incapaces de afrontar esta situación. El diálogo entre ellos ha durado semanas y ha tenido como fruto un manifiesto donde intentamos recordar que solo en lugares educativos se puede aprender a superar los esquemas ideológicos. En los colegios y en las universidades es donde se forman las mentes y los corazones de las generaciones jóvenes, más predispuestas al cambio, de los que depende la posibilidad de un futuro distinto».

Los jóvenes de CL citan en su texto al presidente de la República italiana Sergio Mattarella y al cardenal Pizzaballa y dicen que es imposible eludir nuestra responsabilidad personal y comunitaria porque «no se trata solo del papel de la universidad, sino de cada uno de nosotros: llevar a todas las circunstancias, empezando por las más cotidianas, la esperanza que vivimos, compartiendo el destino del otro, sus necesidades, luchando por hacer más humano el contexto en que vivimos. La paz se construye empezando por uno mismo, por nuestras propias situaciones, con otros que tengan el mismo ideal, se propaga desde abajo. Vivirla y testimoniarla cada día es la primera y fundamental aportación que podemos hacer cada uno por la paz, sobre todo en Oriente Medio y Ucrania».

Todo esto también ha supuesto ocuparse de cosas aparentemente rutinarias, como buscar aulas donde poder estudiar juntos o favorecer una confrontación con los demás estudiantes. «La sensación en los pasillos es de confusión. En los muchos diálogos que hemos tenido con otros universitarios surgía que lo que sucede en Gaza o Ucrania nos causa un dolor que no da tregua. Hemos visto que cuando nos miramos sin violencia podemos hablar y que en todos hay una herida por el mal en el mundo y el dolor inocente, se abre paso la pregunta: “¿Cómo puedo estar aquí, en la universidad, sin expresar este dolor? La única forma que conozco es protestar”. Es como querer gritar que todo tenga un sentido, pero no encontrar la forma adecuada de hacerlo. Para algunos la solución para por elevar el tono, como una amiga mía que lidera el movimiento de ocupación y que al final ha cedido a la rabia. Pero muchos otros se preguntan cómo vivir la verdadera paz en cualquier circunstancia. Son preguntas reales, no ideológicas».

Así lo testimonia Claudia, que también estudia en la Estatal aunque no es de CL, pero vio el manifiesto en redes sociales y escribió a un amigo suyo que está en el movimiento: «Gracias por lo que habéis escrito sobre las protestas, por fin me siento representada. Como a vosotros, a mí también me mueve un profundo deseo de paz, en Ucrania, en Oriente Medio, en África y en todos los lugares del mundo que por desgracia están olvidados y donde la gente muere por culpa de las armas, de ambiciones egoístas de poder y de una violencia indiscriminada. Me reconozco en vuestras palabras cuando decís que en este contexto la universidad es y debe seguir siendo un lugar libre, cosa que desde hace un tiempo no lo es, o al menos eso me parece. No es un lugar para todos cuando sus espacios se encuentran ocupados, manipulados y politizados. Como bien decís, se han equivocado con la forma de comunicar su mensaje. Y eso me afecta, más que “idealmente”, concretamente porque la graduación, entre otros eventos, encuentros y conferencias que me interesaban, se han tenido que trasladar a otros lugares. Siento una gran amargura, como comprenderás, porque siento que me han quitado mi derecho de acceder libremente a un espacio que debería ser de todos, de los estudiantes y de los docentes, y de todo el personal que forma parte de la comunidad universitaria. La universidad es el lugar del saber, una institución donde el conocimiento debería circular libremente, respetando todas las ideas, pero no parece que así sea y eso me entristece profundamente. Desde mi humilde opinión, quiero transmitiros todo mi apoyo por esta y otras iniciativas que lleváis adelante a diario con coraje y pasión, cultivando siempre valores democráticos, empezando por la libertad».

Una educación en la paz y en la libertad que han visto estos meses en un testigo de excepción como es el cardenal Pizzaballa. «En una situación tan extrema –señala Pietro– nos testimonia el deseo y la necesidad de una paz que vaya más allá de los bandos, más allá de las ideologías, que pueda construirse cada día en el lugar donde estamos llamados a estar».