Migrantes en una barca en Lampedusa (Foto Ansa-Dpa)

Migraciones. «Es posible educar en la acogida»

La llegada de lanchas a Lampedusa, las muertes en el mar… y la intervención del Papa en Marsella. Hablamos con el responsable de las políticas migratorias de Cáritas italiana, Oliviero Forti
Maria Acqua Simi

Durante los últimos días, la dramática situación en Lampedusa ha vuelto a llamar nuestra atención sobre la emergencia migratoria y la delicadísima cuestión de la acogida. No en vano, el papa Francisco participa este fin de semana en los “Encuentros del Mediterráneo” de Marsella para recordar que el migrante no es el enemigo que en Europa es hora de compartir, como adelantaba estos días el secretario general de la Conferencia Episcopal italiana, monseñor Giuseppe Baturi, en el diario Avvenire: «El migrante tiene derecho a ver su propia vida protegida. Con una mirada que nace del evangelio y que también debe solicitar políticas comunes de protección y acogida».
Hablamos con Oliviero Forti, responsable de Políticas Migratorias y Protección Internacional en Cáritas italiana. «Durante demasiado tiempo hemos olvidado el valor de la persona como tal, independientemente de su origen y su historia. Acoger, compartir y dialogar son valores que el cristianismo siempre ha llevado a cabo y deberían ser la base de todo sistema democrático. Solo que hoy en Europa estamos asistiendo a algo que está muy lejos de eso».
Pero educar en la acogida y en la integración es un camino posible, como demuestra el estudio “Human lines: beyond the borders”, que documenta la experiencia de los corredores humanitarios que Cáritas promueve desde hace años.

Cuando se habla de migrantes surgen los sentimientos enfrentados que provoca su llegada: rabia, dolor, tristeza por las muertes en el mar. ¿Es posible pasar del dato emocional a un juicio concreto sobre lo que le está pasando a este gente?
Es posible. El trabajo que hemos hecho con los corredores humanitarios es ante todo una forma de educar y sensibilizar a nuestras comunidades. Porque cambia la narración del fenómeno migratorio. Implicar a todos en el esfuerzo de la acogida y la integración es una forma de hacer que cada uno perciba su responsabilidad frente a lo que está pasando y que pueda ver de primera mano la situación de estos hombres, mujeres y niños que llegan y que nos interpelan. Los migrantes y los refugiados son una oportunidad extraordinaria para todos nosotros.

Demos un paso atrás. ¿Qué tipo de acogida existe hoy normalmente?
En Italia el sistema de acogida se articula en tres niveles: el de la acogida de emergencia, con centros que suelen estar cerco de los puntos de desembarco; la acogida extraordinaria, con centros que el Gobierno reparte por el territorio en colaboración con el ámbito privado y social; y el tercer nivel es el sistema de acogida e integración de los que han adquirido el estatus de refugiado. Pero los tres sistemas tienen plazas insuficientes frente a la creciente cantidad de gente que llega a las cosas italianas y por la ruta balcánica.

Los corredores humanitarios de Cáritas plantean la posibilidad de pensar en la inmigración de una forma más digna y más justa…
Partimos de un dato real: estos miles de personas que llegan a pie con lanchas se ven obligadas a hacerlo porque para ellos es imposible cruzar la frontera de una forma segura y legal. Pongo un ejemplo. Hoy el pasaporte de Afganistán es el último en la clasificación mundial de pasaportes, lo que significa que prácticamente ningún país del mundo concede un visado a un ciudadano afgano. Los corredores humanitarios nacen para darle a estas personas la posibilidad de llegar aquí de forma segura.

¿Cómo funcionan?
Las ONG llegan a un acuerdo con el Gobierno para realojar a un cierto número de personas, unos miles, para que puedan obtener un visado siguiendo un procedimiento de gestión conjunta para identificar a aquellos que tienen necesidad de una protección especial. En Cáritas, por ejemplo, asumimos el compromiso de viajar a los países para entrevistar a los beneficiarios, conocerlos e insertarlos en el programa, y luego acompañarlos en el proceso de inserción. No es la solución definitiva al problema: hay cien millones de migrantes en el mundo, sabemos que la necesidad es infinitamente mayor que nuestros pequeños esfuerzos. Además, el coste es alto porque hacerse cargo de un migrante cuesta entre siete y diez mil euros al año. Pero tiene un valor increíble.

¿Por qué?
Los corredores humanitarios involucran a las comunidades, parroquias y ciudadanos en el trabajo de acogida e integración. Tienen un gran valor educativo, pedagógico y de sensibilización de la opinión pública. Además, generan una disponibilidad siempre nueva para acoger a otras personas, de modo que las comunidades cada vez están más disponibles. Es un primer paso hacia un cambio de mentalidad: las migraciones no son un fenómeno que debemos aguantar y observar desde lejos a través de lo que nos filtran los medios, sino que tienen un gran valor porque nos recuerdan la dignidad infinita que tiene una persona. Creo que la presencia del Papa en Marsella supone un fuerte reclamo al respeto de los derechos humanos como una cuestión imprescindible. Él mismo lo ha dicho muchas veces: acoger, proteger, promover e integrar son cosas que puede hacer cualquiera en su vida cotidiana. De este modo, poco a poco, podremos pasar de una cultura de la sospecha a una cultura de la acogida.