El encuentro sobre la recogida de alimentos 2020 organizado por el CMC de Milán

Recogida de alimentos. «Tenemos un destino común»

“La vida no se detiene”. Igual que las necesidades de la gente, la pobreza y la recogida anual de alimentos, este año de una manera especial. Un encuentro con el cardenal Matteo Zuppi, Giovanni Bruno, Giorgio Vittadini y Mariella Enoc
Giorgio Paolucci

La Jornada nacional de la recogida de alimentos es una de esas iniciativas que de primeras se podría incluir en el listado de víctimas colaterales de la pandemia de Covid19. Imposible reunir a los grupos de voluntarios al entrar y salir de los supermercados para recoger alimentos donados para los pobres, imposible repartir folletos, imposible juntarse para preparar las cajas y transportarlas a los almacenes. ¿Adiós a la recogida entonces? Pues no. Cambiará la forma, perderá su “materialidad”, pero seguirá siendo sustancialmente un gesto de ayuda concreta para millones personas necesitadas y de educación para quien lo realice.

Esta vez será invitando a amigos, compañeros y familiares para que comprenden en las cajas de los supermercados y en la web del Banco de Alimentos tarjetas de diversos importes que luego se transformarán en comida. Porque “la vida no se detiene”, como decía el título del encuentro promovido –obviamente online– por el Banco y el Centro Cultural de Milán y coordinado por Camillo Fornasieri. En la conexión participaron el cardenal arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad, y Giovanni Bruno, presidente del Banco de Alimentos. También participó la presidenta del hospital Niño Jesús de Roma, Mariella Enoc.

“La vida no se detiene”, pero necesita razones para sostenerse y por tanto la recogida de alimentos (que se extenderá en el tiempo del 21 de noviembre al 8 de diciembre aunque mantendrá su jornada central en el sábado 28) «será una gran ocasión para ir al fondo de las razones que la sostienen», explicó Bruno. «El papa Francisco nos recuerda que hay una manera de salir mejores del sufrimiento que ha provocado esta pandemia: elegir la solidaridad, conscientes de que todos tenemos un destino común. En un momento en que corremos el riesgo de que prevalezca la lógica del “sálvese quien pueda”, queremos testimoniarlo con un gesto que tenga un gran valor social y cultural, y que se enmarque dentro del trabajo que el Banco desarrolla durante todo el año, colaboran con ocho mil entidades caritativas que dan de comer a más de dos millones de personas».

A propósito de solidaridad, el cardenal de Bolonia destacó que el Papa, en la encíclica Fratelli tutti, la define como «una manera de hacer historia mediante pequeños gestos que cambian la realidad que nos rodea y nos ayudan en primer lugar a nosotros mismos a cambiar». Recordó las palabras de don Giussani que el Banco de Alimentos ha elegido este año como uno de los emblemas de la recogida de alimentos: «La gratitud nos hace operativos». Porque quien vive agradecido por lo que ha encontrado se pone en acción y se convierte en motor de cambio, capaz de combatir con las armas del bien el mal que se encarna en la pandemia.

Justo cuando el mal –con su energía negativa– trata de ocupar toda la escena, el deseo de positividad que anida en el corazón del hombre se pone en acción, según Mariella Enoc, que en su trabajo se mide con un rostro no menos dramático que el de la pobreza, el de la salud, hija también de la cultura del descarte tan evocada por el papa Francisco. Al encontrarnos con el pobre, «tenemos delante a una persona que es más grande que la necesidad material que expresa y no podemos evitar una sensación de inquietud que nos lleva a actuar y que debe generar el despertar de la responsabilidad por parte de toda la sociedad».

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En cambio, la sociedad corre el riesgo de «quedar presa del miedo, de una inseguridad existencial que ya estaba en marcha, pero que el Covid ha sacado a la luz», apuntaba Vittadini. Para no caer presos de la ilusión de que cada uno puede salvarse solo, debemos salir de la jaula del individualismo y «redescubrir que el otro es un bien, que juntándonos viviremos con más certeza. Nuestra inseguridad puede convertirse en una inquietud buena, que nos lleve a abrazar al otro con un gesto de caridad como la recogida de alimentos, capaz de dilatar nuestro corazón y volver a ponernos en acción».