Manifestantes durante la huelga del 21 de noviembre en Bogotá

Colombia. ¿Cómo construir sin callar nuestro grito?

Después de tres semanas de manifestaciones, la comunidad de Comunión y Liberación publica un documento de juicio sobre la situación que vive el país

El paro del 21 de noviembre ha catalizado muchas de las inconformidades de la sociedad colombiana, tanto que ya entramos en la tercera semana de manifestaciones. Inicialmente los sindicatos lo convocaron en rechazo a una posible reforma pensional, a la reforma tributaria y a una posible reforma de la contratación laboral. Sin embargo, otros sectores de la sociedad decidieron unirse por muchas otras razones: la lejanía del gobierno frente a la implementación de los acuerdos de paz, el asesinato de líderes sociales, el reciente asesinato en combate por parte del ejército de ocho menores de edad (reclutados forzosamente por grupos ilegales), la precariedad del sistema de salud, la corrupción. A estas razones se añade la muerte del joven Dilan Cruz durante las protestas, por parte del Escuadrón Móvil Antidisturbios. Lo que se hace evidente es que la gente marcha porque siente que no se le escucha. Y hay una inquietud de fondo que nace de la exigencia de que la vida tenga un sentido, sea donada para un ideal grande y justo. De este modo, la inconformidad social abre paso a una inconformidad existencial.

Un amigo universitario expresa bien la insatisfacción general: «Después de días de mucho conversar con los amigos acerca de la situación actual que toca a nuestro país, (…) he vivido días de mucho dolor debido a que nada de lo que me dicen lo siento correspondiente, ninguna posición, ningún juicio ha sido capaz de ser excepcional (es decir, de corresponder adecuadamente a las expectativas del corazón) dejando una herida». Sin embargo, afrontando las dificultades por la interrupción del semestre de estudio junto con sus compañeros, añade: «muchos chicos preocupados por poder pasar sus materias con una nota mejor (o siquiera pasarlas) y algunos otros, interesados en terminar todas las temáticas propuestas. La realidad habla, y si bien el deseo de justicia que se ha hecho evidente en los últimos días es un grito colectivo (que hasta yo mismo comparto en cierto modo), la realidad también nos llama a responderle, a implicarnos aún más, ¿cómo construir sin callar nuestro grito?».

Al leer este texto, otro amigo (abogado que vive en otra ciudad) reacciona así: «Me tocó poderosamente. Vi morir a la mujer que amé por los vicios en el sistema de salud y la corrupción y, pese a la legitimidad de la marcha en la cual participé, sentía ese mismo dolor (…). ¿Puedo compartir el texto con mis amigos? Gracias dobles».

Este dolor pone en evidencia que el paro, aunque puede llevar a instancias de diálogo, es incapaz de responder adecuadamente a la insatisfacción general. Incluso, entre más pasan los días, el daño causado por las manifestaciones a gran parte de la sociedad se hace cada vez más grave y los perjudicados (por ejemplo por la falta de transporte público) son paradójicamente los más débiles.

Pero entonces volvemos a la pregunta: ¿Cómo construir sin callar nuestro grito?

Primero que todo, si no escuchamos adecuadamente el grito de quien nos busca, corremos el riesgo de ser parte del problema y no de la solución. En la vida de una comunidad cristiana, y en general de la Iglesia, escuchar y acoger coincide con ayudar a mirar juntos una realidad humana en la cual se pueda vislumbrar un camino.

Nos damos cuenta de que, sin una compañía real a nuestra vida, sin una pertenencia, entramos en la realidad asumiendo la forma de lo primero que encontramos: nuestra reacción instintiva o alguna propuesta exterior. Entonces estamos sujetos a que el poder de turno nos manipule. Con una compañía, en cambio, se exalta nuestra creatividad, tal como lo testimonia una amiga nuestra de Bogotá que de manera sencilla está empezando a ayudar a personas que se encuentran sin trabajo acompañando la redacción de hojas de vida, recogiendo ofertas de trabajo y haciéndolas circular de manera dedicada según los perfiles profesionales.

Los testimonios de estos amigos nos hacen recordar las palabras del papa Francisco pronunciadas a los obispos colombianos durante su visita en el 2017: «Colombia tiene necesidad de vuestra mirada (…), para sostenerla en el coraje del primer paso hacia la paz definitiva, la reconciliación (…). Les ruego tener siempre fija la mirada sobre el hombre concreto. No sirvan a un concepto de hombre, sino a la persona humana amada por Dios, hecha de carne, huesos, historia, fe, esperanza, sentimientos, desilusiones, frustraciones, dolores, heridas».

Para que podamos juzgar lo que está pasando con libertad y para discernir cómo actuar para la construcción de una sociedad más humana, necesitamos caminar juntos con amigos como estos, con los que podamos compartir nuestros deseos para que puedan transformarse en una creatividad capaz de iluminar nuestra sociedad y sus heridas.

Diciembre 2019
Comunión y Liberación Colombia