El equipo de la escuela de El Tocuyo (Venezuela)

Venezuela. «Nos necesitan, pero nosotros también a ellos»

La hermana Rafaela, directora del colegio “La Concordia” en El Tocuyo, ha visitado estos días a su colegio hermano, el Kolbe, en Villanueva de la Cañada. Uno de los proyectos de la próxima campaña “Manos a la obra” de la ONG CESAL
Clara Fontana

La amistad entre el Colegio Internacional Kolbe en Villanueva de la Cañada (Madrid) y Nuestra Sra. de la Concordia en El Tocuyo (Venezuela) nació de la llamada de teléfono de un amigo, Julián de la Morena, responsable de la Comunión y Liberación en América Latina, a Ángel Mel, director general del Kolbe. Julián había visitado “la Concordia”, como le suelen llamar coloquialmente, y quedó muy impresionado por la situación, no solo por las necesidades económicas, sino también por la necesidad de acompañamiento educativo y humano que evidenciaba la hermana Rafaela, directora del colegio. Así pues, llamó a Ángel proponiéndole hacer un camino juntos. Ángel lo propuso al equipo directivo y al claustro del Kolbe y el primer paso se concretó en “ponernos cara”. Así, en octubre de 2018 vinieron Jenny y Petra, coordinadora de Secundaria y docente de Primaria de la Concordia respectivamente, quienes con su testimonio y su presencia generaron un vendaval de bien en nuestro colegio, llevando a su vez a Venezuela el aliento de un método y una forma de educar, junto con el apoyo económico de los amigos de España.

Este otoño le tocó el turno de venir a Rafaela, hermana de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús y directora de la Concordia, que dio un testimonio en el Colegio Kolbe tras el que, en palabras de una de las madres que asistió al acto, «se tocaba a Dios. No solo ellos nos necesitan, nosotros les necesitamos a ellos, para que se abra nuestro corazón endurecido, para que se abran nuestros ojos a la presencia del Señor». He aquí un breve relato de lo que nos contó.

Cuando llegó al colegio, uno de los niños de Infantil le espetó: «Oye, ¿a qué has venido?». Y esta mujer, pequeña de tamaño y grande de corazón y de mente, le contestó sin dudarlo: «A agradecer. Desde que Jenny y Petra les visitaron, en nuestro colegio está sucediendo una auténtica revolución de bien». En medio de una situación dramática «está renaciendo la esperanza». La situación de Venezuela nos la contó Rafaela a través de los testimonios de personas de carne y hueso cuyo principal problema diario es «¿qué vamos a comer mañana?». Hay muchos niños y adultos que padecen desnutrición; quienes tienen problemas de salud se encuentran desatendidos y sin medicinas (que cuesta encontrar incluso en el mercado negro); hay desabastecimiento de gasolina, cortes de luz, y un largo etcétera. La situación de las escuelas es crítica, muchos niños no van al colegio porque no tienen nada que comer, los maestros no pueden vivir con el sueldo que tienen. En este contexto, la relación con España y, en concreto, la gran recaudación que se hizo en Benicassim gracias a los amigos de CL de allí –ellos lo llaman «el milagro de los amigos de España, de los amigos de Benicassim»–, se dan comidas diarias a los niños, apoyan con comida a los maestros, se han realizado obras de mantenimiento y están haciendo un comedor y cocina. Además, han surgido diversas iniciativas de mejora de la docencia. «Así, los niños y los adultos, dentro de esta situación de crisis, estamos aprendiendo a agradecer, vemos crecer el corazón, las ganas y la ilusión, vemos crecer la esperanza».

Un ejemplo. El curso pasado, ante la grave precariedad económica y laboral, los sindicatos docentes convocaron una huelga en varios estados venezolanos, entre ellos el estado de Lara, donde se encuentra la Concordia. Ante la posibilidad de la huelga, los docentes se reunieron con la hermana Rafaela y le plantearon que querían secundar la huelga, que no podían seguir así. Ella les dijo que les comprendía, porque comparte con ellos la misma precariedad, pero les lanzó una pregunta: «¿A quién seguimos? ¿A los sindicatos? Yo os comprendo, pero si vamos a la huelga, ¿qué pasará con nuestros niños?, ¿quién sostendrá su esperanza?». Se reunieron, discutieron y decidieron no cerrar, pero establecieron un horario de emergencia que les permitiera seguir atendiendo a los niños y poder buscarse la vida o asistir a las movilizaciones por las tardes. Fueron la única institución en El Tocuyo, su ciudad, y en el estado de Lara, que permaneció abierta. La razón fundamental de seguir abiertos: «Nos veíamos con una gran misión educativa, hacer presente a los niños una esperanza. Pudimos apoyar al profesorado con la bolsa de alimentos que obteníamos gracias al apoyo económico de España». Una joven profesora que quería secundar la huelga a toda costa, tras este desafío y las conversaciones que le siguieron, le decía a Rafaela con lágrimas en los ojos: «Cuando supe que hay gente en España que tiene esperanza en nosotros, me volvió la esperanza». Y dice Rafaela: «Así ella ahora se convierte en esperanza para los niños y las familias».

La hermana Rafaela con Ángel Mel, director general del colegio Kolbe

Ya en el coloquio, surgía la gran cuestión: «¿Por qué no os venís? ¿Por qué seguís allí? ¿Qué os sostiene?». Rafaela no duda ni un instante: «Los gestos de amor y de gratitud de tantas personas me hablan de una presencia buena que no nos abandona. Yo no me imagino fuera de allí. Estoy viendo milagros todos los días, cuanto más precaria es la situación, más vemos que el Señor no nos abandona. Cuando llega septiembre, todos los colegios viven la incertidumbre de cuántos maestros se presentarán. En la Concordia no faltó nadie. Esto me conmueve, me llena de gratitud. Es algo para seguir, descubres allí que hay algo más que te sostiene. El año está lleno de incertidumbre, pero no queremos dejar a nuestros niños». Están empezando a cuidar las relaciones entre ellos como nunca antes, todo cobra un valor nuevo ante la necesidad compartida. Por ejemplo, hacen una comida al mes en el colegio con todo el personal. «Es un momento de encuentro, en el que cocinamos con gusto y cariño, ponemos las mesas lindas. Te encuentras con tus compañeros en el colegio en un ambiente así y ves que acontece algo diferente. No me puedo ir, porque dentro de este drama está la compañía de muchos y el encuentro con Cristo nos está cambiando. Él no ha venido a resolver nuestros problemas, sino que nos enseña a estar delante de las circunstancias y está con nosotros, no nos deja solos. Cuanta más necesidad hay, más evidente es la constatación de esta presencia. Vivimos juntos la caritativa, hacemos gestos de caridad con el gozo de sabernos objeto también de caridad». Su caritativa es la “olla solidaria”. Esta se desarrolla en la parroquia de San Francisco de Asís, cercana al colegio, donde el párroco da de comer todos los días a 700 personas, una vez al mes la comunidad de CL y de la Concordia cocina y sirve a los pobres, ¡ellos que son pobres también! Contaba la hermana Rafaela que cada vez hay más voluntarios que quieren agradecer lo que ellos mismos reciben. También narra cómo la caritativa se convierte en un lugar de encuentro y cómo le impresiona la fe de los pobres, que le dicen cada día: «hasta mañana, hermana». «El pobre se va con una esperanza, aunque ni él ni yo sabemos cómo comeremos mañana. La realidad es que no nos ha sobrado nada, pero tampoco nos ha faltado nada. Crece en mí la certeza de que no estamos solos, de que Cristo está. Los pobres saben compartir, confían en el Señor, que Él se lo multiplicará y, de hecho, se multiplican los gestos de caridad, sin cálculos para el mañana. La caritativa nos recuerda que también nosotros somos pobres».

Rafaela cuenta también que nadie quiere perderse la Escuela de comunidad, porque «cada día es el testimonio de la presencia que salva la vida, que da una esperanza concreta a cada día. Se multiplican los relatos que narran el ciento por uno».
Salimos conmovidos, con el corazón de piedra agrietado por el testimonio de una fe que se apoya en la constatación, reconocida una y otra vez, en el corazón de las necesidades, en el corazón de la realidad, de que Él está.