La presentación en Río de Janeiro

Río de Janeiro. «¿Sabes cuando las palabras van directas al corazón?»

Presentado en Brasil el libro “¿Dónde está Dios?”. Julián Carrón dialoga con un psiquiatra famoso en las redes sociales, Italo Marsili. «Las relaciones virtuales son eficaces cuando se despierta el deseo en el otro»
Isabella Alberto

La noche del lunes 9 de septiembre había cola ante el Consulado General de Italia en Río de Janeiro. La gente llegaba deprisa para asegurarse un sitio en la presentación del libro Onde está Deus? A fé cristã na época da grande incerteza (Ed. Paulus), de Julián Carrón. El encuentro contaba con la presencia del autor, que conversó con el psiquiatra Italo Marsili, un médico que se ha dado a conocer en las redes sociales por sus cursos online sobre relaciones, temperamento e integración.

El diálogo estuvo moderado por la periodista Fernanda Lanza y se dividió en tres bloques de preguntas. Al principio, Carrón llamó la atención sobre el hecho de que «tenemos que hablar de las cosas partiendo de la experiencia que tenemos en nuestra propia vida». Esta provocación era fruto de la constatación que encontramos justo al principio del libro, cuando dice que en el mundo secularizado de hoy el cristianismo ya no tiene sentido para mucha gente. ¿Por qué este escenario es una ocasión? Para responder, Carrón empezó citando a la filósofa Hannah Arendt: «“Una crisis nos obliga a volver a las preguntas”. Ya no es obvio tener una familia o encontrar un gusto por el trabajo. Y esto desafía a la experiencia de cada uno de nosotros desde que nos levantamos por la mañana. Si no censuramos estas preguntas, puede ser una oportunidad porque nos las volvemos a plantear. Es una oportunidad para mí, porque a través de estas preguntas podemos captar en la realidad ciertos signos de respuesta. Cuando tengo preguntas puedo captar respuestas que tenía delante de mis ojos y no veía».



Marsili se mostró de acuerdo con la positividad de este momento. «No me disgusta por lo que hemos perdido. Comparto que este es un momento oportuno para examinar estas cuestiones. Toda la historia se basa en el diálogo». Luego citó el juicio de Sócrates y la postura de Pilatos ante Cristo para poner un ejemplo de cómo estamos siempre buscando explicaciones, pero no siempre estamos abiertos a reconocer la verdad que tenemos delante. «Entramos en un mundo en que solo el encuentro, el abrazo, el rendirse a la experiencia, puede darnos un significado. La idea de mi trabajo en redes sociales consiste en poner a la gente delante de su corazón. Delante de mí se encuentra una persona con deseos y frustraciones igual que los míos. Es aquí, en este mundo laico, donde debemos poner en juego nuestro corazón».

Luego se habló de libertad. Para Marsili, «el hombre es un animal que no sabe qué hacer delante de la realidad». En su experiencia como psiquiatra, donde atiende a mucha gente, «las decisiones tomadas ante la verdad son lo que genera una intensidad de vida». Carrón se detuvo largamente sobre esta cuestión. Empezó recordando la pregunta de Dostoyevski: «¿Puede un hombre de nuestros días –con el deseo de usar la razón, de ser libre, de no renunciar a su humanidad– creer realmente en Jesucristo? Es decir, ¿Jesucristo le puede interesar realmente? Esta es la verdadera pregunta de nuestro tiempo. La secularización nos ha llevado a creer que podemos prescindir de aquel que ha dominado la historia durante siglos, como si fuera un obstáculo para ser nosotros mismos». En este punto lanzó una provocación: «¿Son todos personas que no usan la razón, que carecen de libertad, que han perdido el sentido de las cosas? Tal vez deberíamos preguntarnos si nosotros los cristianos somos testigos de lo que Cristo nos ha traído con tal fascinación que pueda desafiar a los hombres de nuestro tiempo, mostrando una realidad más interesante para su vida. No hay otra manera de comunicar la verdad en nuestro tiempo, más que desafiando a la razón y libertad de cada uno».

Luego Carrón puso algunos ejemplos para ayudar a entender, dejando asombrados a todos, incluido al otro ponente. «Actualmente hay mucha gente que no quiere casarse porque ha visto fracasar el matrimonio de sus padres o amigos. No están contra el cristianismo, pero no han visto un amor que dure. Tengo amigos en Milán que conocen parejas que conviven pero no quieren oír hablar de matrimonio. Cuando algunas de estas parejas han visto algo distinto, se han sentido desafiadas. Ningún razonamiento podrá tocar el fondo de su corazón si no ven una realización práctica. Pero cuando han visto familias así, cómo se relacionan entre ellos y con sus hijos, han percibido tal belleza que ha surgido en ellos el deseo de casarse. ¿Por qué ahora? Porque no quieren perderse la belleza de lo que han visto. Lo que les ha conmovido ha sido el hecho de sentirse desafiados al ver realizado ante sus ojos algo que les parecía imposible. Por eso digo que el cristianismo se comunica por envidia». Y dio un paso más: «Si el cristianismo es así, no necesita hegemonía alguna, no necesita forzar nada. Solo necesita estar delante del otro, desafiando su deseo de ser feliz. Por eso, los cristianos tienen la ocasión de testimoniar con su experiencia, y no solo con un discurso, el hecho de que quien sigue a Cristo vive todo cien veces mejor».

A continuación, contó otro episodio. «Cuando una persona se encuentra con una enfermera que llega al quirófano con una sonrisa, sale espontánea la pregunta: “¿Es que ya eres feliz desde por la mañana?”. ¿Quién no querría ir a trabajar contento? La vida es complicada para todos, pero a veces te encuentras a alguien que, a pesar de las complicaciones, desafía con su sonrisa el escepticismo de todos los que le rodean. Cristo ha entrado en la historia para poder manifestarse encarnado en una persona –no una teoría, no un proyecto, no una hegemonía ni cualquier forma de coerción–, una persona donde esta vida se cumple. Esta es la contribución que los cristianos pueden dar en la sociedad actual a todos aquellos que deseen encontrar el camino de la realización».

Para terminar el encuentro, Lanza planteó una pregunta sobre la cuestión de la misericordia, que aborda el segundo capítulo del libro. Carrón recordó que don Giussani decía que la palabra misericordia la deberían quitar del diccionario porque es imposible para los hombres. Y puso el ejemplo de una pareja de amigos que viven en Japón y una mujer japonesa que trabaja en su casa; esta última, viendo cómo la madre perdonaba siempre a sus hijos y a ella misma cada vez que cometían algún error, decidió marcharse. «La misericordia era algo tan incomprensible para esta persona que no podía quedarse allí. Es necesario ser perdonados para perdonar al otro».

Marsili recordó a un amigo en el que percibió esta capacidad de mirar con misericordia, y cómo aquello le marcó. Luego comentó el pasaje del libro donde se habla del apóstol Andrés invitando a su hermano. «Pedro no vio a Cristo al principio, en el Jordán, pero puedo imaginar cómo miraría el rostro de Andrés, y es fantástico, porque es algo que se comunica por envidia. Pedro dijo: “Tengo que ir a verlo”. Yo no me considero ningún ejemplo en internet, pero la gente me sigue, creo, porque hablo de cosas fundamentales para el corazón de todos. Hay miles de personas al otro lado que nunca he visto pero da la impresión de que nos conocemos porque estamos hablando de cosas humanas. De verdad creo que las relaciones virtuales son eficaces, porque la relación sucede en el momento en que se despierta el deseo en el otro».

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Al salir a la calle después del encuentro, las conversaciones continuaron en varios grupos que se juntaron para cenar juntos y charlar sobre lo que habían escuchado y les había llamado la atención. Stella, por ejemplo, decía a sus amigos: «¿Sabes cuando las palabras te tocan? ¿Cuando van directas al corazón? ¿Sin frases de efecto ni florituras, cuando los temas son los fundamentales para cualquier ser humano que busque la verdad y el sentido de la existencia? Pues bien, este encuentro ha sido así».