La Virgen Negra de Czestochowa

Czestochowa 2019. El mensaje de Julián Carrón

«Acoged la exigencia de plenitud que tenéis –que tenemos– en el corazón y llevádsela a la Virgen también en mi nombre». En vísperas de la peregrinación de los que acaban su etapa educativa en el liceo y en la universidad
Julián Carrón

Queridos amigos:
¿Por qué ir en peregrinación a Czestochowa? Solo quien se da cuenta de la naturaleza del gesto puede tener razones adecuadas para adherirse a él.
Resulta significativo que un gesto así se mantenga desde hace tantos años –no hay que darlo por descontado–; quiere decir que la propuesta ha salido al encuentro, y todavía lo hace, de una necesidad en un momento de cambio decisivo para la vida: el final de la etapa escolar o universitaria.

Es difícil que otros gestos puedan reclamarnos tanto a nuestra verdadera necesidad como una larga peregrinación a pie, por la implicación y la fatiga que requiere. Recuerdo siempre una frase de don Giussani: «Un individuo que haya tenido en su vida un impacto débil con la realidad porque, por ejemplo, haya tenido que esforzarse muy poco, tendrá un sentido escaso de su propia conciencia, percibirá menos la energía y la vibración de su razón» (El sentido religioso, Encuentro, Madrid 2008, p. 145).
Se puede adherir a la propuesta quien ha intuido que puede ser adecuada a su necesidad. Pero esta intuición solo se puede verificar caminando. La Iglesia ha considerado siempre la peregrinación como un paradigma de la existencia: la vida es un camino, un recorrido. En la Edad Media se hablaba del homo viator, el hombre en camino. Ir a Czestochowa es un gesto para darse cuenta de la naturaleza de la vida, como ha recordado el Papa en su llamada telefónica al comienzo de la peregrinación de Macerata a Loreto: «Peregrinar es caminar. Es hacer en una noche lo que se hace en toda la vida: ir hacia adelante». ¡En toda la vida! Pero, ¿qué quiere decir ir hacia adelante? El papa Francisco ha sido muy preciso: significa ir «al encuentro con la plenitud. La plenitud de Jesús» (8 de junio de 2019).

Más de uno podría pensar: «Yo ya tengo razones claras sobre mis intenciones, tengo un camino marcado, tengo novia, mi vida está bien en la práctica». Entonces, ¿para qué ir? Para descubrir que uno nunca está bien del todo, porque la necesidad es tan profunda que ninguna imagen hecha por nosotros es suficiente para satisfacerla completamente. Como ya sabemos, nuestros intentos solitarios nunca han extinguido la necesidad del corazón.
La peregrinación os recuerda que no estáis solos, que no estáis abandonados a vosotros mismos con vuestros intentos, porque hay alguien que os dice: «Vamos, vayamos juntos a descubrir cómo se puede vivir». Si dais crédito al atisbo de conciencia que hay en vosotros, permitiréis a Cristo y a la Virgen responder a vuestro deseo de vida y de futuro.
De este modo, descubriréis que solo Cristo puede responder a la necesidad infinita del corazón. Como dice siempre don Giussani, «Cristo se presenta, en efecto, como respuesta a lo que soy “yo”, y solo tomar conciencia atenta y también tierna y apasionada de mí mismo puede abrirme de par en par y disponerme para reconocer, admirar, agradecer y vivir a Cristo. Sin esta conciencia incluso Jesucristo se convierte en un mero nombre» (Los orígenes de la pretensión cristiana, Encuentro, Madrid 2001, p. 9).

Por ello, mirad con seriedad vuestra necesidad y esto os llenará de razones para ir. La peregrinación será para cada uno de vosotros un gran gesto de petición para poder vivir a la altura de esa plenitud que todos deseamos y que Cristo ha traído al mundo. Para partir no hace falta que estéis bien ya, no es necesario estar bien. Camináis al encuentro de la plenitud justamente porque no os sentís bien.
Recientemente me he topado con una carta pública a Bernard-Henry Lévy escrita por el novelista francés Michel Houellebecq: «Tuve cada vez más a menudo –me es penoso confesarlo– el deseo de gustar. Un poco de reflexión me convencía cada vez, por supuesto, de que este sueño era absurdo […]. Pero la reflexión era inútil, el deseo persistía; y debo confesar que persiste hasta la fecha». El autor es el emblema del nihilismo, que postula que todo parece terminar en la nada. Su pensamiento le dice que es un absurdo incluso pensar en ello, «pero la reflexión era inútil», porque «el deseo persistía; y debo confesar que persiste hasta la fecha» («La vida es rara», de F. Sinisi, Huellas, n 6/2019, p. 47). El tiempo pone de manifiesto que el deseo de plenitud que nos constituye persiste incluso en un hombre que piensa que todo acaba en la nada. El tiempo hace más evidente la irreductibilidad de nuestras exigencias.

Cada uno debe decidir si da crédito a sus pensamientos o a lo que permanece, a pesar de todos nuestros límites y nuestras fragilidades: una irreductible exigencia de vida. En medio del desmoronamiento de todo, hay algo que no se desmorona. Vais a Czestochowa para secundar ese «algo» irreductible que hay en vosotros.
Reflexionemos un poco sobre nuestra experiencia: a veces nos sorprendemos de que ciertas dinámicas que no nos pertenecían empiezan a ser nuestras, nos sorprendemos al ver ciertos frutos en nuestra vida. Son dinámicas y frutos que no nos hemos dado nosotros, porque han madurado en nosotros al participar en un lugar, la comunidad cristiana, dentro de la vida de la Iglesia.
Al caminar hacia la Virgen Negra recordad que, para ayudarnos a comprender a qué nos llama –qué frutos quiere generar en nosotros–, el Misterio no nos deja sin signos. A veces es muy discreto en sus sugerencias, y depende mucho de nuestra disponibilidad secundar los signos que Él nos pone delante. Por ello, estad atentos para dejaros sorprender por lo que vais a ver, por los encuentros que vais a tener.

Os agradezco el testimonio que me ofrecéis con vuestra decisión de concluir los estudios escolares y universitarios con una peregrinación tan desafiante.
Acoged la exigencia de plenitud que tenéis –que tenemos– en el corazón y llevádsela a la Virgen también en mi nombre. Gracias.