Encuentro México 2018

Encuentro México. Testigos de un destino bueno

El 9 y 10 de marzo se celebró la décima edición. A través de mesas de diálogo con académicos, funcionarios y activistas se pudo constatar que el bien entra en el mundo a partir de la inteligencia y la libertad de las personas
Lourdes Caudillo

Luego de un arduo trabajo de varios meses, en el que poco a poco se fueron sumando los “sí” de muchos amigos, llegó la fecha: el 9 y 10 de marzo celebramos la décima edición de Encuentro México con el lema “En un México herido, vivir la esperanza cierta de un destino bueno”.

El viernes 9 de marzo por la noche asistimos al concierto de piano Cautivados por la Belleza interpretado por el pianista mexicano Emilio Lluis, quien antes de iniciar nos advirtió: «escuchar música es un trabajo, y el trabajo requiere atención, y la atención necesita del silencio para estar delante de lo que sucede». Antes del concierto, nos compartió que en su recorrido como músico y también como matemático ha descubierto que el secreto de la vida es la pasión, y de ello dio testimonio en cada pieza que interpretó, que estaba llena de belleza.

El sábado 10 de marzo por la mañana, una pregunta estaba abierta: si esperamos un destino bueno, ¿de qué clase de esperanza hablamos?, ¿es un consuelo, un remedio o un fármaco para las penas más duras e insoportables? La primera mesa, “Derechos humanos y cárceles de lo humano”, ayudó a comprender que existe el deseo de bien y que se cumple en la realidad, incluso en un lugar tan dramático como es la cárcel.



Fabiola Moreno, jueza federal, habló de las condiciones infrahumanas que viven los presos en México y dijo que en las sentencias que dicta busca mirar a la persona. Cuando llega una demanda a sus manos se pregunta cómo tocar la vida de esa persona, qué heridas le han llevado ahí y si tiene alguien que le acompañe. «Quien se equivoca sigue siendo persona, no puede perder su dignidad. Cuando alguien recibe una sentencia es cuando más debe ser custodiada su dignidad», afirmó. Evangelina Bedolla, integrante de la Fraternidad Carcelaria, compartió cómo la prisión es un lugar que genera violencia, pero también donde ocurre el encuentro con Dios, como lo fue para un reo apodado El Batman. «Yo iba –recuerda Evangelina que le dijo el interno– decidido a colgarme, a suicidarme, y casualmente pasé delante de la capilla. Escuché la catequesis y me llamó tanto lo que decían que me quedé y escuché, y quedé tan conmovido ante la presencia de esa persona que decidí ya no quitarme la vida». Hoy, El Batman asiste fielmente a la catequesis semanal y es de los más asiduos. En varios presos, destacó Evangelina, se ve la conversión, se les nota en el rostro y en su actuar. «Hemos escuchado a algunos decir: “gracias a Dios que he llegado a la cárcel, porque aquí he encontrado a Dios”», dijo.



¿Existe mayor positividad que esta en la vida? La herida es curada, y comprobamos lo que el padre Julián López Amozurrutia nos dijo durante la misa de la mañana: «la verdadera herida es olvidarse de Dios». El padre David Crespo, de la Fraternidad de San Carlos Borromeo, compartió también testimonios de sus amigos presos que escribieron cartas para estar presentes en esa mesa de diálogo. «En la cárcel he perdido muchas cosas, pero también he ganado mucho, la cárcel no es mala. A mí me acercó a Dios», decía una carta de un reo que leyó el padre David. A través de una relación humana, afirmó, la cárcel se vuelve el camino de regreso hacia la Casa del Padre y los reos pueden vivir adecuadamente la prisión. Y es Dios quien da consistencia a la vida, quien siempre los hace recuperar su humanidad, como cuando el padre David pidió cooperar para la construcción de una iglesia en Rusia y los reos, a pesar de las dificultades que viven, recaudaron un pequeño donativo. «No me interesa cuánto sea lo que demos, lo importante es saber que la vida está más allá de los muros, puede llegar hasta Siberia. Así, todos se levantaron y recaudamos 40 pesos que dentro del reclusorio es una fortuna, esto prueba que si uno arriesga, puede recuperar la humanidad, como Dios arriesga conmigo. Una generosidad dentro de un lugar donde piensas que no es posible», dijo el padre David.



El historiador Jorge Traslosheros, el filósofo Guillermo Hurtado y el jurista Rafael Estrada abrieron la segunda mesa de debate con una pregunta directa que nació del diálogo del Papa Francisco con los obispos mexicanos en su visita en 2015: ¿cuál es la manera mexicana de habitar el mundo?, es decir, ¿cuál es la positividad de este pueblo?, ¿qué puede aportar el pueblo mexicano al mundo con su historia? El diálogo intenso llevó a identificar que el problema no se trata de esencialismos u ontologismos, sino de una visión más profunda de la historia de México, una historia providencial, como la que tiene el mundo, con un sentido y un fin, pero esta mirada ha sido rechazada por la modernidad, en donde se ha negado el significado trascendente. El Papa nos ha reclamado a no olvidar que tenemos en nuestra historia un acontecimiento fundamental y definitivo, que es el hecho guadalupano, por lo que la pregunta podría plantearse considerando si hay alguna misión o una forma de posicionarnos en este mundo desde la experiencia cristiana, como una tarea que nace de la fe y que responde a una historia particular.



El deseo de comprender cómo rehabilitar la política y el bien común ocupó un espacio importante: ¿qué significa hacer política?, ¿es posible ponerla al servicio del bien común? En este diálogo, Víctor Alarcón, Joel Flores y Patricio Marcos, tres profesores universitarios dedicados al estudio del tema, plantearon que el problema va más allá de los partidos. «La recuperación de la política necesita entrar en niveles de la cotidianidad, y se necesita reconstruir la confianza entre nosotros, sin la cual no se puede esperar acción, movimiento ni transformación», afirmó Víctor y celebró que se generen espacios de diálogo como este, en donde es provocada la libertad para construir. Por su parte, Joel Flores subrayó que la política es sinónimo de vida ciudadana y que la violencia se da cuando se busca el bien particular. «¿Dónde comenzar?», preguntó Flores. Y afirmó que es importante no depreciarse a uno mismo, ya que esto origina la violencia, y ver a los demás como semejantes. El bien común no puede nacer sino del deseo de bien propio que genera el deseo de que los otros también gocen del bien. Patricio Marcos, recuperando el pensamiento antiguo, refirió que la política era entre los griegos una forma de vida por excelencia, y era impulsada por mujeres y hombres despiertos capaces de llegar a conocerse a sí mismos. La sociedad actual no ayuda a construir este género de vida, indicó, por lo que existe una gran tarea educativa por delante, que consiste en aprender de nuevo a preguntar “¿quién soy yo?”, como lo hacían los sabios griegos. Esta es una pregunta que no puede ir separada del conocimiento.



En la última mesa de diálogo, “Testigos de la positividad de lo real en un México herido”, el atractivo de la vida venció cualquier discurso, pues se constató que el deseo puesto en juego seriamente delante de la realidad es el modo más correspondiente y fecundo de vivir. El doctor Ricardo Cantoral, matemático apasionado, contó que desde su vida de estudiante universitario se preguntaba con tres amigos cómo, con sus conocimientos de matemática, podía ayudar a los demás y ser parte de una solución. «Podíamos quedarnos a discutir por qué el gobierno roba o mejor buscar cómo enseñar a los jóvenes a entender la geometría, para entender así, por ejemplo, qué es la medición de un terreno como en el que trabajan la tierra. Buscamos generar el cambio desde la gente, desde la población y generamos un centro de investigación en áreas tecnológicas y científicas. Uno se forma para ayudar, para solucionar y preocuparse por el que tiene menos posibilidades». Cantoral, junto con sus amigos, hoy tiene la responsabilidad de generar una ruta de desarrollo del pensamiento para la educación media superior en el ámbito de tecnologías y ciencias.

Por su parte, Marcelo Bartolini, abogado en el Early Institute, compartió cuán positivo es pasar de la queja y la repulsión a una mirada positiva. Él y otros profesionales trabajan para generar iniciativas de ley (varias ya aprobadas a nivel nacional) y atender problemáticas específicas, como son los derechos de los enfermos terminales. Con evidente gozo compartió que ha comprobado que cuando la sociedad civil se organiza, suma voluntades. Por ello han buscado dialogar con senadores y diputados de cualquier partido y han encontrado mucha gente que se adhiere a las iniciativas que proponen. Los principales aliados han sido los menos esperados, por lo que su invitación es a no partir nunca del prejuicio.



Fernando García, coordinador del Proyecto Polo de AVSI, se refirió a esta iniciativa como «una locura maravillosa», que consiste en acompañar a varias ONG en un proceso formativo, en Oaxaca, Guerrero y Puebla. «Lo primero que hicimos fue escuchar, la escucha provoca diálogo, de otro modo es solo discurso. Quisimos escucharlos para entre todos entender qué necesitaban y ayudarles a profesionalizarse. Cuando pregunto cómo está México, la respuesta siempre es negativa: mal, corrupto, enfermo, etc. Pero en una circunstancia como la de Guerrero alguien me dijo: la situación es mejorable, y esta respuesta, para mí, es signo de que es posible recomenzar», compartió Fernando. «La posibilidad es la forma en la que encaramos la realidad y también es la capacidad de asombrarnos. Sin asombro es difícil que surja la esperanza, es tener un realismo saludable, que lo posible es real, es conquistable. La tónica de nuestro tiempo nos impide verlo, pero nosotros testimoniamos que es posible y que tenemos el privilegio de trabajar en ello», compartió.

Al final Ricardo Cantoral, quien no comparte la fe cristiana, se acercó a uno de los organizadores y le dijo: «en este lugar se respira una propuesta muy humana, gracias por haberme invitado». Sin duda, una humanidad viva encuentra sintonía profunda frente a otro que vive en ese mismo nivel de deseo.



El deseo fue expresado de modo artístico en la muestra “¿Qué esperas, corazón, que así palpitas?”, en la que a través de palabras de Octavio Paz, Jaime Sabines, José Vasconcelos y otros poetas se buscó expresar nuestro propio grito de corazón inquieto, que se pregunta “quién soy yo”, que vive una desproporción y es estructuralmente espera, espera de cumplimiento. «Al momento de estar explicando me vi sorprendida con dos preguntas que les hice a los chicos que estaban ahí. Les pregunté si se sentían libres estando ahí y si alguna vez habían experimentado ese abrazo de alguien que los tomaba con toda su humanidad. Sus rostros cambiaron, y el mío también. El padre Davide, que estaba escuchando, les dijo a los chicos que yo era una verdadera amiga, porque los verdaderos amigos son quienes hacen estas preguntas, porque se interesan por lo que es verdadero. Me impactó mucho, porque sin darse cuenta me dio la respuesta que busco: una verdadera amistad», decía Mariana.

La jornada fue clausurada con el concierto “Voces de México”, en el que nuestros amigos Alejandro Olivera y Eréndira Espinosa expresaron con la belleza del canto y la música la razonabilidad de la esperanza, porque en verdad existe lo que el corazón desea: «¿Qué esperas, corazón, que así palpitas? Esperas la ilusión que da la vida. Las flores del jardín no están marchitas, y hay bálsamo de amor para tu herida», decía una de las canciones interpretadas, de Manuel M. Ponce.