El artículo que apareció en la web del ''National Post''.

JOHN ZUCCHI Un artículo que desarma

El 26 de abril, el National Post publicó una carta en la que un profesor canadiense daba razones de su fe. ¿Cómo han reaccionado los lectores? Aquí están los comentarios que, desde el primer minuto, fueron apareciendo en internet
Anna Leonardi

Veinte minutos de pausa entre una reunión y otra. Sentado en la oficina, en su departamento de la Universidad McGill de Montreal, John Zucchi está esperando a los del budget meeting, dirigido por el Decano de la facultad. No sabe por qué, pero aquel momento le parece el más adecuado para secundar una idea que le ronda en la cabeza desde hace una semana. Un artículo de apoyo a la Iglesia católica, frente a los ataques que está sufriendo.
Ya lo ha intentado un par de veces, pero le cuesta encontrar las palabras. Sin embargo, en esos veinte minutos le llega la inspiración y de pronto tiene clarísimo lo que quiere hacer: enumerar una a una las razones de su adhesión a la fe y de su amor a la Iglesia. Quiere separarse de cualquier posición política o ideológica y hablar sencillamente de su experiencia. Ahora las palabras llegan a borbotones, y las reúne bajo el título “Por qué todavía soy católico”. “El título quiere reflejar el tono personal, casi testimonial, pero revela también la inspiración que me ha dado el artículo de mi colega y amigo Gil Troy, que hace unos años escribió ‘Por qué soy judío’, donde defendía con orgullo la tradición del pueblo hebreo y su contribución a la sociedad contemporánea”, afirma el profesor Zucchi.
Este doble propósito declarado es probablemente lo que ha calentado los ánimos de muchos lectores del National Post, uno de los principales periódicos nacionales en Canadá, que el 26 de abril publicó el artículo en su edición online. En cuestión de minutos llegaron las primeras reacciones y comentarios. “Lo que más ha podido irritar seguramente haya sido el valor de exponerme en este clima de caza de brujas, y sobre todo recurrir al uso de la razón para explicar la fe cristiana. Para los anticlericales, ésta es una apropiación indebida, pues consideran que la razón es algo que compete sólo a sus doctrinas racionalistas”.
En el artículo sostiene que es precisamente para permanecer fiel a la razón por lo que abraza la fe. “Naturalmente, admito que hay algunas cosas a las que la razón no puede responder. Parafraseando al teólogo Giussani, para ser fiel a sí misma la razón tiene que admitir el Misterio”. El concepto de razón como apertura y no como medida es una novedad molesta para quienes tratan de reducir la fe a algo mágico e irracional, y que relegan el misterio a lo que todavía no se ha conocido, a lo que todavía no se ha medido, y no a aquel punto de fuga que quien es leal a la realidad tiene que admitir. “Por eso, en varios comentarios anónimos se me define como una persona esclava de posiciones oscurantistas, contraria a la ciencia, presa de creencias estúpidas. Y mientras tanto, tratan de desmantelar, con los argumentos más variados, esta ‘absurda’ parentela entre fe y razón”, explica Zucchi.
Otra cuestión que ha desatado la polémica es la de la humanidad. “Que la Iglesia sostenga una Presencia real, que reconozca a Cristo presente a pesar del pecado, todo eso se corresponde con mi humanidad. No tengo que vivir en un país imaginario, esperando que allí esté Dios, no hace falta fuerza de voluntad para creer. No es un salto al vacío. Sólo devo seguir por un atractivo, es decir, por una compañía donde experimento una mirada misericordiosa sobre mí. ¿Hay algo más sencillo y más humano que esto?”. Esta apertura desarmante frente a una realidad que abraza y educa a la persona, a pesar de los errores, ha irritado a los detractores de la Iglesia, que en los blog del periódico no le han ahorrado las habituales acusaciones de corrupción, pedofilia, retraso y plagio.
Sin embargo, a pesar del morboso recurso al escándalo, los bloggeros no han sido capaces de decir nada sobre la frase de Bruce Marshall, en Tutta la gloria del profondo, citada por Zucchi: “La Iglesia es toda ella gloriosa, porque la carga que lleva sobre sí cura todas las heridas”. Se trata de una pretensión difícil de refutar, de la que, como mucho, tratan de defenderse.
Pero al depurar pacientemente los muchos comentarios envenenados, nos hemos dado cuenta de que alguno se ha visto reflejado en esas palabras, quizá por primera vez, al descubrir el gusto de una pertenencia cargada de razones y de esperanza. Como Anne Tamara, que dice: “La fe no es una inclinación del corazón, sino la conciencia de la presencia de Cristo en nuestro propio ser, en nuestra necesidad de tener ‘un plus de humanidad’, como dice el profesor Zucchi”. Entonces, agradecida y conmovida, entierra el hacha. Delante del pecado y la mentira, uno puede quedarse con las manos vacías al descubrir en lo profundo un amor incondicional que, perdonando, cura las heridas.