Earl K Fernandes (Foto: Columbuscatholic.org)

Earl Fernandes. La alegría de ser discípulos

El obispo más joven de los Estados Unidos de América, en la diócesis de Columbus, Ohio, cuenta su encuentro con el movimiento y la elección de su lema episcopal: «Veni per Mariam»
Earl Kenneth Fernandes*

Conocí el movimiento de Comunión y Liberación en 2004 cuando, tras dos años de sacerdocio, me enviaron a Roma para hacer la licenciatura y doctorado en Teología moral. Como necesitaba mejorar mis conocimientos de italiano, me quedé un tiempo en Verbania, en una residencia de la diócesis de Novara, donde celebraba misa diaria en la capilla por petición de Eraldo De Agostini, que entonces era responsables de otras seis o siete iglesias.
Una noche, don Eraldo, un apasionado de Bob Dylan, me pidió que le ayudara a traducir algunas de sus canciones porque, como no sabía inglés, no tenía ni idea de lo que decían. «¡Ni los americanos entendemos el inglés de las canciones de Bob Dylan!», le respondí con una sonrisa. Le sugerí que activara el subtitulado de los videos online para tener una traducción. «A cambio te regalaré tres libros en inglés, que total yo no puedo leer», contestó. Eran los tres libros del “Percorso”: El sentido religioso, Los orígenes de la pretensión cristiana y Por qué la Iglesia. Ellos fueron mi introducción en el movimiento.
Aquella noche, don Eraldo me contó la historia de su conversión. Empresario, destinado a heredar la empresa de su padre, estaba prometido y a punto de casarse, pero se sentía vacío por dentro. Había recibido una educación católica, pero no era practicante. Hasta que un día, encendió la televisión durante el Meeting de Rímini y vio a un periodista entrevistando a una joven feliz y sonriente. «¿Por qué los jóvenes aquí estáis tan felices?», le preguntó. «Porque vivimos en comunión con Cristo y entre nosotros. Aquí vivimos una amistad de verdad», fue su respuesta. Ese preciso momento supuso para él un encuentro que marcó su conversión, porque puso de manifiesto algo que faltaba en su vida: la relación con Cristo y con la Iglesia. Volvió a ir a misa, rompió su compromiso, renunció a la herencia familiar y se hizo cura.
Cuando volví a Roma, viví con otros sacerdotes americanos en la Casa Santa Maria, que no queda lejos de la Fontana de Trevi y la Universidad Gregoriana. El superior de la casa, monseñor Steven Raica, actual obispo de Birmingham (Alabama), también conocía el movimiento y los textos de don Giussani. Discutiendo con él empecé a familiarizarme más con la figura de don Giussani y las ideas de CL.

En 2008 regresé a Estados Unidos. Me nombraron decano de Teología y profesor de Teología moral en el seminario mayor de Cincinnati, Ohio. Mientras tanto, ayudaba en la parroquia a un cura de 83 años. Un domingo le vi hablando con una joven pareja de esposos italianos, Marco y Simona, que acababan de tener un bebé, Tommaso. En su conversación no dejan de repetir palabras como «encuentro» y «comunión»; así que al cabo de un rato les pregunté: «¿Sois de CL?». Se quedaron con la boca abierta: «¡Eres el primer cura de Ohio al que oímos hablar de CL!», respondieron. Enseguida nos hicimos amigos.
Acabé siendo padrino de confirmación de Tommaso y bautizando a sus otros cinco hijos. Mientras tanto, empezamos una pequeña Escuela de comunidad, primero nos reuníamos en casa y luego en el seminario. Éramos un grupo muy pequeño, hasta que en 2014 me nombraron administrador de la parroquia italiana del Sacro Cuore, en Cincinnati, sin dejar mis tareas del seminario. Así podíamos disponer de un lugar donde hacer la Escuela de comunidad.
En la Navidad de ese año, una nueva familia italiana del movimiento, Tommaso y Margherita con sus tres hijos, se mudaron a Cincinnati. Nada más llegar, les llevé un Niño Jesús para colocarlo en el belén. Nos hicimos amigos y ellos empezaron a invitar a gente a nuestra Escuela de comunidad. Poco a poco fuimos creciendo y empezamos a hacer los retiros de Adviento y Cuaresma con las comunidades de Indianápolis y Evansville, Indiana.

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En febrero de 2016, durante unos días que otro sacerdote de CL, el padre Richard Veras, estuvo en mi parroquia para predicar los Ejercicios, recibí la noticia de mi inminente traslado a la Nunciatura Apostólica de Washington. Dejé Cincinnati y a mis amigos de CL para ir a descubrir la comunidad de Washington, donde empecé a ir a Escuela de comunidad a la iglesia del Santísimo Redentor de Kensington. Allí conocí a los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos, José Medina, Antonio López y Paolo Prosperi, y a varios Memores Domini.
Con el nuncio apostólico de Estados Unidos, el entonces arzobispo y actualmente cardenal Christophe Pierre, amigo del movimiento, organizamos algunas recaudaciones de fondos para el New York Encounter (encuentro de tres días, cultural y abierto a todos, que se celebra todos los años en Nueva York, ndr), una cita donde ha participado habitualmente. El nuncio, que conoció el movimiento en Ginebra, y sobre todo en Uganda, estuvo en el Meeting de Rímini en 2018, y siempre consideró revolucionaria la aportación de don Giussani a la educación. Durante mi tarea en la nunciatura, también tuvimos preciosas conversaciones sobre un libro que se publicó entonces, La belleza desarmada, de Julián Carrón. Con el tiempo fue creciendo mi conciencia de que el pensamiento de don Giussani es justo lo que la Iglesia necesita hoy.
Tanto yo como el cardenal Pierre, que vivió con especial preocupación la espera de cómo podía ser recibido el pensamiento del papa Francisco en Estados Unidos, leímos el libro de Massimo Borghesi, Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual. Nos pareció muy útil para dar a conocer más a fondo ciertos aspectos del pensamiento del Santo Padre. Además, el libro documenta también cierta influencia del pensamiento de don Giussani en su formación. Colaboramos entonces en la organización de un simposio en Milwaukee, invitando a Borghesi como ponente.

Con el paso de los años, mi estima por el movimiento y por don Giussani fue creciendo. Cuando, a finales de 2019, volví de nuevo a Cincinnati como párroco de una parroquia con un colegio de 1.160 alumnos, decidí organizar, junto a mis amigos de CL, un curso de estudio sobre Educar es un riesgo. Se inscribieron 70 personas pero por desgracia hubo que interrumpir el curso debido a la pandemia. Un periodo durante el cual nuestra Escuela de comunidad también tuvo que pasar a ser virtual. Pero la abrimos también a todos los fieles de la parroquia, y algunos se unieron, así que crecimos tanto en número que se formó un segundo grupo en el campus de la Universidad de Cincinnati. Durante la pandemia, en el Via Crucis, que tuvimos que celebrar online, se conectaron casi 200 personas. Poco a poco, habíamos ido ofreciendo cada vez a más gente la posibilidad de encontrar el carisma de don Giussani y el movimiento.

El escudo con el lema episcopal de Earl K Fernandes (Foto Setonpilgrimage.org)

El 22 de febrero de 2022 celebramos con el arzobispo la misa por el aniversario de la muerte de don Giussani y luego organizamos el Via Crucis, esta vez en el campus universitario. Estábamos retomando el ritmo cuando me nombraron obispo de Columbus y el 31 de mayo recibí la ordenación episcopal. Elegí como lema episcopal Veni per Mariam en honor a don Giussani y a CL, que tanto han influido en mi espiritualidad y en mi enfoque de la educación y la evangelización.
En Columbus, nuestra comunidad aún es pequeña, pero va creciendo y se reúne regularmente para la Escuela de comunidad en el campus de la Universidad estatal de Ohio, cuyo director ejecutivo, el padre Adam Streitenberger, es amigo del movimiento. Como caritativa, repartimos comida en la catedral de San José. El año pasado, vinieron dos universitarios italianos y fue una experiencia preciosa. He tenido el privilegio de seguir predicando los retiros de Cuaresma y Adviento, a pesar de las muchas tareas del ministerio episcopal. En septiembre tuvimos un encuentro sobre Educar es un riesgo con el cardenal Pierre y varios educadores. Viviendo el movimiento, queremos redescubrir y preservar el carisma de don Giussani, no de un modo rígido o “petrificado”, sino viviendo la alegría del encuentro con Cristo, la alegría de ser discípulos junto a otros y para otros. Somos unos privilegiados al ser llamados y enviados, al tener la oportunidad de vivir la comunión mientras llevamos a cabo lo que nos pide la misión. Mi vida y mi ministerio han sido bendecidos por CL, y lo que deseo ahora es dar a conocer el amor de Cristo que he experimentado a través de mis amigos del movimiento.

* Obispo de Columbus