Book Corner en el Meeting 2024 (Foto Meeting Rimini)

«Aquí todo es para mí»

Llega la fecha de la tercera operación en tres años justo antes de entrar al Meeting, y la madre de Carlo Acutis le regala una reliquia de su hijo. Y no era el único regalo que le esperaba…

El jueves 22 de agosto, mientras iba de camino al Meeting de Rímini, me llaman del hospital para darme la fecha de mi ingreso. Es la tercera vez que me operan en tres años por dos tipos de tumores malignos distintos, y mi entusiasmo empieza a tambalearse. Pero, nada más entrar en el recinto del Meeting, me encuentro con un gran amigo al que llevaba unos años sin ver y que, sabiendo lo que me pasa, me manda directamente al Book Corner a ver si consigo hablar con la madre del beato Carlo Acutis (Antonia Salzano, que ha publicado un libro sobre su hijo, ndr). Salgo pitando para allá y veo que ya está saliendo, así que me presento directamente ante la madre… ¡de un santo! Le cuento lo que me pasa y ella me regala una pequeña reliquia de su hijo.

De este modo, desde el momento en que pisé el Meeting, todo fue un regalo para mí. Los encuentros con amigos a los que no veía desde hacía años, las comidas y cenas con gente desconocida con la que reconoces una amistad impensable porque nos une lo esencial. Al salir de una exposición, me intercepta mi hija de 17 años para “entrevistarme”. Es el primer año que participa como voluntaria con un grupo de chavales entusiastas que entrevistan a la gente a la salida de las exposiciones. Me pregunta: «¿Por qué vienes al Meeting? Por los encuentros, por las exposiciones…», respondo como puedo. De pronto añado: «¡Por mí! Vengo al Meeting por mí. Porque aquí todo es para mí».

Del Meeting me llevo a casa una frase que leí en la exposición dedicada al cirujano Enzo Piccinini: «No hay que estar solos». De otro modo, quién sabe cómo habría afrontado esta tercera operación en tan poco tiempo. Durante estos tres años, cada vez que hablo con médicos, cirujanos o enfermeros, les regalo un libro o una estampita de san Ricardo Pampuri o de Enzo Piccinini. Y hablando de regalos, en la habitación del hospital me he encontrado con un compañero de setenta años, amigo de “fray Ricardo”, como lo llama él. Ha sido una verdadera gracia. Me hablaba de gente mayor que había conocido a “fray Ricardo” y que le contaba cómo era, cómo iba a visitar a los pobres y luego además les dejaba dinero.

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¿Cómo podría vivir sin no tuviera estos amigos que me recuerdan, cada uno a su manera, lo esencial? Es verdad, para vivir «no hay que estar solos». Y hay que decírselo a todos.
Alessandro, Milán