Chicago (Foto: Richard Tao/Unsplash)

Chicago. Volver a cantar juntos

Sally nació en una familia de músicos, pero cantando con los bachilleres fue donde descubrió algo que la cautivó. Ahora, con un grupo de amigos, se reúne dos veces al mes para ensayar en el coro

Desde el pasado mes de septiembre, un grupo de amigos de Chicago se reúne periódicamente para preparar cantos de la comunidad de CL para eventos como la Jornada de apertura de curso, el retiro de Adviento y otros encuentros más pequeños e informales. Este gesto tan sencillo, aunque aparentemente no sea nada excepcional, nos llena a muchos de gratitud y de un gran deseo de belleza.

Invité personalmente a todos los amigos de Chicago a participar en esta labor, tanto para preparar los cantos como para proponerlos. Mi camino en el movimiento comenzó después de ver la manera de estar juntos, la libertad y la belleza de un grupo de jóvenes bachilleres que cantaban juntos durante la peregrinación de 2005 a Colonia.

Soy hija de músico, estudié música durante años y desde pequeña he asistido a actuaciones brillantes de cantantes profesionales. Sin embargo, fue al escuchar esas voces que se fundían en una cuando percibí realmente que el canto es eso que –como aprendería más adelante– don Giussani llamaba «la más alta expresión del corazón humano». Desde entonces, me uní a muchos amigos de la comunidad para hacer música, cantando en coros y con pequeños grupos, y dando gracias por el don que es que en una comunidad o en un momento de convivencia haya alguien que sepa cantar o tocar un instrumento. Pero con el tiempo también he visto la facilidad con que hasta esta hermosa ocasión puede convertirse en una tarea más, algo que se hace por inercia. En todos los gestos del movimiento se cuida un momento para la música, pero son muy pocos los que esperan algo realmente de ello.

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Después de año y medio de pandemia, en muchos ha surgido el deseo de recuperar los momentos comunes y he pensado en mi encuentro con el movimiento y en la experiencia de unidad que se ha generado cantando con y para otros. El deseo de cantar surgió inmediatamente como respuesta a la conciencia de pertenecer a un pueblo que sigue siendo una Presencia para mí, igual que mis hijos se ponen a cantar espontáneamente cuando juegan juntos en casa. Estoy muy contenta de ver que hay más gente en Chicago que canta y toca, que comparte mi deseo, sobre todo una amiga que aceptó la responsabilidad de dirigir el coro. Desde entonces nos vemos una o dos veces al mes para aprender cantos polifónicos nuevos, canciones populares o villancicos. Entre nosotros hay algunos que llevan años dedicados a la música, otros empiezan ahora, e incluso uno de los obispos auxiliares de Chicago ha querido participar. Queremos cuidar el canto como un momento de belleza, educación y relación. Esperamos que el canto llegue a ser cada vez más central en la vida de nuestra comunidad, un momento precioso dentro de los momentos que vivimos juntos.
Sally, Chicago (Estados Unidos)