«Todos los días me dice: “No temas”»

Setecientos empleados en casa por la emergencia del Covid y una vida que cambia por completo. Pero, entre las muchas preocupaciones, todas las mañanas asoma «la oportunidad de vivir intensamente lo real»

Como nos recordaba Carrón en su carta a la Fraternidad, «en estas ocasiones –que el Misterio no nos ahorra– podemos percibir con más claridad la gracia del carisma que nos ha alcanzado y la capacidad que tiene para ayudarnos a estar en pie delante de lo que sucede. La única condición para ser siempre y verdaderamente religiosos es vivir intensamente lo real». En este tiempo de Cuaresma, me encuentro viviendo una situación que nunca me habría imaginado.

Tengo una empresa que se dedica a la restauración colectiva y a la industria alimentaria, con 750 empleados en varias ciudades de Italia. En un instante, toda la actividad se ha parado: escuelas, empresas, administración pública. Y casi todos los empleados están ahora en casa.


Desde el 23 de febrero, “vivir intensamente lo real” significa para mí estar delante de esta nueva situación. Es como si hubiera comenzado otra vida. La mañana empieza temprano, a las siete con la misa del papa Francisco, desayuno en familia, Ángelus y luego a trabajar. Somos cinco en la oficina y 25 en una de las fábricas que no ha parado.

La jornada transcurre pensando en todo lo que puedo hacer por mis empleados y por la sociedad, si lograremos sobrevivir con lo poco que mantenemos abierto para pagar a proveedores, bancos y trabajadores. Pasan los días y me sorprendo extrañamente tranquilo. A menudo me vienen a la mente ciertas escenas que revivimos los días de nuestra peregrinación a Tierra Santa hace ya tiempo, como la del ángel diciéndole a María «no temas», y después a los apóstoles, ya fuera del sepulcro: «No temáis».

Al inicio de cada jornada, ofrezco todo al Señor. Todo. Pienso en mis seres queridos, en mis amigos, empleados, en todo el movimiento, y en mi corazón escucho que Él me dice: «No temas». En este tiempo me ha vuelto el deseo que me llevó el año pasado a montar un restaurante en el Meeting de Rímini como gesto de caridad, sin beneficios, para devolver lo que el Señor me ha donado en mi vida.

La palabra que últimamente siempre había escuchado a Carrón y a otros amigos, sin que llegara a ser realmente “mía”, es “oportunidad”. Lo que el Señor nos da es una oportunidad para nuestra vida, la de poder verificar a través de la realidad lo que importa de verdad. El Señor me está dando una nueva oportunidad, exactamente igual que en el Meeting, de amarle nuevamente y más con lo que hago, con lo que me ha donado.
Fiero, Roma