Un «gracias» coral a don Giussani

Alberto Manzoni

«Perdone, ¿me puede indicar por favor la dirección hacia la calle Rombon?». «¿Va usted al Sacro Cuore?». «Sí». «Hoy van todos allí. Mire ahí en la Plaza, han puesto autobuses para ir». Es una amable vendedora de periódicos de un quiosco delante de la estación de Lambrate, la primera del “servicio de orden” –aunque no oficial– a lo largo del trayecto que nos lleva donde el cuerpo de monseñor Luigi Giussani está recibiendo el último saludo de miles de personas. Falleció a las 3.10 del 22 de febrero por insuficiencia respiratoria y renal, como consecuencia de una grave pulmonía que le aquejaba desde hace unos días, el sacerdote de 82 años, fundador de Comunión y Liberación. Hacía un par de años que residía en el Sacro Cuore, ente moral e instituto frecuentado por niños y jóvenes, desde primaria hasta el liceo. Y precisamente en la iglesia del instituto se ha instalado la capilla ardiente, hasta la cual han llegado ininterrumpidamente autoridades y ciudadanos de a pie, no sólo del movimiento, que habían encontrado en monseñor Giussani una referencia o –como repiten los entrevistados– un padre. Esta expresión utiliza Julián Carrón –el sacerdote español designado a seguir a Giussani en la guía del movimiento– en el comunicado oficial emitido en nombre de la presidencia de Comunión y Liberación: «El Señor ha llamado a nuestro queridísimo don Giussani. Seguros en la esperanza de la Resurrección, a través del intenso dolor de esta separación, lo reconocemos en el abrazo de Cristo más padre que nunca, él que ahora contempla la tan querida Presencia de Jesucristo, que toda su vida nos ha enseñado a conocer y amar como consistencia total de cada cosa y cada relación. Confiándonos a la Virgen, “fuente viva de esperanza”, pedimos a las comunidades que celebren la Eucaristía. Agradecidos por la vida de don Giussani, pedimos que su fe, esperanza y caridad sean cada vez más nuestras».