Nuestra vida pertenece a Otro
“Nuestra vida pertenece a Otro. Inevitabilidad (de lo que sucede) es el sinónimo más clarificador de esta no posesión nuestra de las cosas, y sobre todo no nos pertenece aquello de lo que todo deriva: nuestra vida pertenece a Otro. Así se entiende por qué la vida del hombre es dramática: si no perteneciera a Otro, sería trágica.
La tragedia una construcción se desmorona y todas las piedras, trozos de mármol y muros se vienen abajo.
Y todo en la vida se convierte en nada, está llamado a convertirse en nada, porque lo que hemos visto en el pasado, lo que hemos visto hasta hace una hora, hasta hace cinco minutos, ya no existe, no queda nada. Esto es trágico. La tragedia es la nada como meta, la nada de lo que existe.
Mientras si todo pertenece a Otro, la vida del hombre es dramática, no trágica. Reconozco que te pertenezco, reconozco que el tiempo no es mío, no me pertenecía y tampoco ahora me pertenece. Aquél que posee nuestro tiempo ha muerto por nosotros, se presenta ante nuestros ojos y ante nuestro corazón como el lugar donde nuestro destino es amado, donde es amada nuestra felicidad, tanto que Aquél que posee el tiempo muerte por nuestro tiempo.
El Señor, Aquél a quien pertenece el tiempo, es bueno”.
(Luigi Giussani, ¿Se puede vivir así?)
“Frente a la tragedia que ha golpeado a nuestra querida ciudad de Río de Janeiro, pido a las parroquias de nuestra Archidiócesis que acojan a los desplazados, así como a las capillas, colegios y organismos diocesanos, que colaboren para responder a sus necesidades, junto a los sacerdotes, religiosos y religiosas, contribuyendo a sostener los esfuerzos que están realizando las autoridades públicas y otras instituciones en este difícil momento. En esta semana de Pascua, en la que brilla la fuerza de la caridad de Cristo por todos los seres humanos, invoco la intercesión de San Sebastián, patrono de nuestra ciudad, para que cesen las calamidades, y San Jorge, para que renueve la fuerza del pueblo carioca en las dificultades”.
(Monseñor Orani João Tempesta, Arzobispo de Río de Janeiro)
La Pascua que hemos celebrado hace unos días es el hecho que ha cambiado la historia de la humanidad de hoy. Aquel día, Pedro y Juan encontraron el sepulcro vacío. La respuesta al drama del hombre es aquel hombre que estaba muerto y ahora vive. Ésta es nuestra posibilidad de esperanza, también frente a los hechos más dramáticos. Es la certeza de esta pertenencia lo que sostiene nuestra esperanza y lo que nos hace sentir como nuestro el drama de nuestros hermanos frente a la muerte, la pérdida de los seres queridos o de sus casas.