La revolución ilustrada
Releyendo Dialéctica de la Ilustración, el libro escrito por Theodor Adorno en los años 40, encuentro interesantes reflexiones que son perfectamente extrapolables al presente.
Adorno sostiene que la Razón ilustrada, que intentaba dar una explicación racional del mundo, fue instrumentalizada por el poder para legitimar los regímenes totalitarios como el de Hitler que él padeció. La Razón acaba degenerando en propaganda y ésta acaba contaminando la cultura de masas, que Adorno define como basura al servicio de esas dictaduras.
En una imagen que refleja esta filosofía, Walter Benjamin escribe que el Angelus Novus, el Ángel de la Historia, vuelve horrorizado la cabeza hacia un pasado donde sólo quedan las ruinas provocadas por la destrucción y la barbarie. Para Benjamin, como para Adorno, la Razón se ha tornado en una pesadilla. Auschwitz es la consecuencia no de una mente enferma sino de una lógica hegeliana llevada a sus extremos.
Dando un paso más, Adorno sentencia: «El todo es lo no verdadero». Es decir, resulta imposible encontrar la verdad en los sistemas, que siempre clasifican en categorías abstractas a los individuos y cosifican la realidad en beneficio del poder.
Mutatis mutandis, esta reflexión sigue siendo válida porque existe un gigantesco aparato cultural y mediático que orienta al gran público al consumo y le aleja de cualquier reflexión crítica.
Si en los años 30 el fascismo se expandió rápidamente gracias a la eclosión de los medios de comunicación de masas, hoy existen todas las condiciones favorables para el arraigo de populismos y de caudillos que prometen soluciones fáciles a los problemas complejos.
Si el Ángel de la Historia volviese hoy su rostro a lo que está sucediendo, vería una sociedad narcotizada por la televisión y las redes sociales, que banalizan todo lo que cae en sus manos. La guerra de Siria, la inmigración hacia la vieja Europa o los conflictos tribales en África son percibidos como un espectáculo, como mera ficción televisiva que desaparece al apretar el mando a distancia.
Pero la vida política se ha transformado también en pura representación donde brilla por su ausencia el debate ideológico. Los líderes se afanan en acudir a programas de gran audiencia donde pugnan por sobresalir como los más simpáticos. La política se ha convertido en el arte de la empatía.
Llegamos así al comienzo de una larga campaña electoral donde lo que se va a producir es una lucha de relatos, entendiendo la palabra en una de las acepciones que ofrece la Real Academia: puro cuento sin referencia a la realidad.
Este vaciamiento de la política y de la cultura, imposible sin un deterioro del sistema educativo, tendrá serias consecuencias en el futuro porque siempre se paga un precio por todo lo que hacemos. Lo que estamos sembrando hoy será la cosecha del mañana.
Lo diré claramente aun a riesgo de que me tachen de presuntuoso: la sociedad española está sometida a un proceso de entontecimiento y manipulación que hace imposible distinguir entre la verdad y la mentira más flagrante, entre los datos objetivos y la propaganda.
La necesaria y urgente regeneración de nuestra vida política pasa por retornar a los orígenes de esa Razón ilustrada que reivindicaban Adorno y Benjamin, que no es más que devolver a los individuos su autonomía intelectual frente al poder. Dicho con palabras más sencillas, que los ciudadanos aprendan a pensar por su cuenta y sean críticos con lo que leen, ven y escuchan. Eso sí que sería una gran revolución.