Hay una guerra interna en el islam y los políticos occidentales no defienden la cultura europea
Justo después del atentado en París contra la revista Charlie Hebdo, las comunidades musulmanas en Francia han emitido un comunicado muy equilibrado y razonable. Pero todas estas declaraciones muestran un cierto embarazo: saben que no basta con decir “esto no tiene nada que ver con el islam”, porque los hechos dicen otra cosa. Al menos el 80% de los ataques terroristas que suceden en el mundo tienen lugar en nombre del islam, para defender la fe, al profeta… con una forma cada vez más difundida, también en Occidente.
Ayer hablé con un imán de París y me decía que en la capital francesa han abierto una escuela para imanes. Hay más de mil inscritos. En esa escuela se quiere orientar a los imanes para que conozcan la cultura occidental y puedan integrarse. Es una noticia importante, porque en el islam todo parte de los imanes. En Europa, a los imanes y predicadores de las mezquitas les pagan sus países de origen. Ahora en Francia quieren crear un islam autóctono, que asimile los valores occidentales propios de este país.
Pero es una postura que contrasta con la de la mayoría de los musulmanes activistas, para los cuales este Occidente es enemigo y el islam es un sistema que debe difundirse aunque sea mediante la violencia. De hecho, en Oriente Medio y en Europa se enfrentan dos formas de ver el islam. Si nos fijamos en la situación de Oriente Medio podremos ver hasta qué punto es fuerte la contraposición y la violencia entre sunitas y chiítas.
Conocí a un imán que era de Mosul. Es un chiíta cuya familia murió asesinada a manos de fundamentalistas sunitas. Emigró a Nayaf, donde el gran ayatolá Ali al Sistani ha construido un pueblo para acoger a los chiítas y cristianos huidos de Mosul. El odio entre sunitas y chiítas aumenta cada vez más, sobre todo el de la sunna contra los chiítas considerados apóstatas. En medio de ellos se encuentran las minorías: cristianos, yazidís, kurdos, etc… Es una lucha de los sunitas para reconquistar lo que han perdido: un Iraq guiado por los chiítas, una Siria guiada por alauitas, un Hezbolá chiíta en el Líbano más poderoso que el ejército regular…
Lo de los sunitas es un intento de recuperar espacio, considerándose a sí mismos como la auténtica forma del islam. Es una lucha en primer lugar interna del islam, que luego se dirige hacia las minorías y hacia Occidente, como la que promovió Israel por la secularización, etc. Pero ese es el enemigo más lejano. Lo más grave es la lucha interna por ver quién propaga el islam más auténtico.
Incluso en el Líbano existe esta fuerte tensión. Por eso ambas comunidades musulmanas piden a los cristianos que se queden, para que hagan de amortiguador. Si en el Líbano no hubiera cristianos, ya habría estallado la guerra entre sunitas y chiítas. El islam debería afrontar a fondo las cuestiones de la modernidad: una interpretación profunda del Corán, la no violencia, la libertad de conciencia, pero nadie se atreve a hacerlo.
La no violencia
Una primera cosa que merecería la pena que fuera aceptada por todos es el principio de la no violencia. Todos los musulmanes afirman que “el islam es paz”, que no es violento. Las viñetas de Charlie Hebdo, por ejemplo, son de hace ya varios meses. De acuerdo, los dibujos son irónicos, sarcásticos, incluso injuriosos, pero vosotros, musulmanes, ¿por qué tenéis que responder con violencia? ¿Por qué a un escrito no podéis responder con otro escrito?
En el pasado (en 2006) Charlie Hebdo presentó a Mahoma con una bomba en el lugar del turbante. Y yo le digo a mis amigos musulmanes: ¿cómo representáis vosotros a Mahoma? Con la espada. En el museo de Estambul hay incluso dos espadas que se considera que pertenecieron al profeta. Arabia Saudí, el país custodio de los lugares santos del islam, ¿qué lleva en su bandera? ¡Dos espadas! Entonces, yo digo: los de Charlie Hebdo solo modernizaron la figura de Mahoma. En su época había espadas y hoy hay bombas.
Mientras el islam, en vez de luchar contra los demás –apóstatas, cristianos, Occidente, ateos–, no haga una autocrítica y reconozca que el problema está en su seno, no se dará un paso, y los países islámicos siempre serán caracterizados por la guerra entre ellos.
Los conflictos que tienen lugar en África, en los países árabes mediterráneos y en le frontera con el desierto del Sáhara también son conflictos internos del islam. Quisiera decirles a mis amigos musulmanes: afrontad los problemas, haced autocrítica, repensad el islam para la situación actual, reinterpretad las palabras del profeta. En la Biblia también hay versículos que incitan a la guerra, pero todos nosotros entendemos que hay que reinterpretarlos y no tomarlos al pie de la letra.
Hay que tener en cuenta que estamos en el siglo XXI. Quien paga en estas guerras son los sencillos, las minorías, los que no tienen a quien les defienda.
Arabia saudí
El enfrentamiento entre sunitas y chiítas se concentra también en la lucha entre Arabia Saudí e Irán. Aquí, a la religión se añaden problemas económicos, estratégicos, geopolíticos, de dominio… Hay que decirle a Arabia Saudía que ya estamos en el siglo XXI. ¿Cómo es posible, por ejemplo, negar a las mujeres el derecho a conducir un coche ellas solas? ¿O que las mujeres no tengan aún el derecho a votar en unas elecciones nacionales?
Además, quien rige de este modo –Arabia Saudí– lo hace como el auténtico intérprete del islam, en nombre del islam. Algo que disgusta a todos, musulmanes incluidos. Si tú haces estas cosas en nombre de la religión, entonces no protestes si yo ataco tu religión, que te lleva a humillar tanto a un ser humano.
Cuando hablas con los musulmanes, te dicen: sí, es verdad, Arabia Saudí es un país reaccionario, retrógrado, pero como los saudís reparten millones a los demás países, todos acaban diciendo “Dios bendiga a Arabia Saudí”.
Occidente no sabe qué hacer
¿Y Occidente? El problema de la relación con los musulmanes se da porque muchos de ellos no se quieren integrar, puesto que el islam es un sistema, no solo una religión. Muchos de ellos –la mayoría– intentan integrarse, pero lo hacen lentamente. En Francia estaban más integrados los argelinos hace 50 años que los que emigran hoy.
Ahora en Francia, en casi todo el país, hay escuelas y supermercados donde venden alimentos halal, incluso los hay que solo venden productos halal, que también pueden consumir los no musulmanes. Esto contribuye a que se vea a los musulmanes como una amenaza a los valores occidentales (entre los que también está comer carne de cerdo). Y al ver que los musulmanes se organizan en grupos activistas, los occidentales también se organizan en grupos con eslóganes anti-islamistas.
También hay que decir que los políticos europeos nunca afrontan este problema. Deberían decir a los inmigrantes: sois bienvenidos, os acogemos fraternalmente por nuestra tradición cristiana; si queréis, podéis quedaros aquí, pero debéis integraros; podéis practicar la religión que queráis, o podéis ser ateos, pero debéis entrar en el sistema que existe aquí, integrándoos desde el punto de vista económico, político, social, cultural.
Lamentablemente, los políticos prefieren no abrir el pico y predicar solo una vaga acogida, relegando la cultura europea a un nivel privado. En general, veo que en muchas partes de Europa existe una acogida muy sólida hacia los inmigrantes. Incluso entre los musulmanes hay apertura, pero hay un núcleo de islamistas que rechaza la integración y la combate. Para vigilar este aspecto, hay que controlar las mezquitas. A primera vista, esto es contrario a nuestro espíritu europeo, de separación entre Estado y religión. Pero las mezquitas en el islam no son solo un lugar de oración. Son un lugar de adoctrinamiento y de indicaciones políticas, a veces perjudiciales para la comunidad. Por ello, los Estados europeos deberían controlarlas, como se hace en todos los países musulmanes. En el mundo islámico, las mezquitas son las primeras entidades que se controlan.
Este último ejemplo muestra cómo, lamentablemente, frente a las pretendidas certezas de los grupos islámicos organizados hay aún muchas incertidumbres en el mundo occidental. A corto plazo, es necesaria la apertura a los emigrantes, en particular a los musulmanes, y al mismo tiempo la exigencia de una integración socio-cultural para evitar conflictos y humillaciones.