España, Transición y libertad: la mirada de Teo Uriarte
Entre las muchas cosas que he escuchado y leído desde el pasado 20-D, ninguna me ha impresionado tanto como el artículo de Eduardo “Teo” Uriarte titulado “¿Vuelven las dos Españas?”. Y es que en este guirigay en que nos hemos metido los españoles, conviene, como recomendaba Machado, distinguir las voces de los ecos. Teo Uriarte militó en ETA en los años sesenta, fue juzgado en el legendario “proceso de Burgos” y posteriormente impulsó Euskadiko Ezkerra, para acabar recalando en el PSE. Durante varias legislaturas fue teniente de alcalde socialista en el ayuntamiento de Bilbao. Hace años escribió un libro biográfico titulado “Mirando atrás”, “para que los jóvenes no cometan los errores que yo cometí”.
Contemplar la navegación de Teo Uriarte a lo largo de los últimos 40 años es un ejercicio liberador que a uno le reconcilia con su propia historia. “La principal virtud de algunos de mi generación fue decir: hasta aquí hemos llegado”. Aquel hombre que en su juventud fue interrogado sobre el primer asesinato de ETA repudia sobre todo aquella sacralización de la muerte, y confiesa que “el único espacio de libertad se llama España; es verdad que 40 años de dictadura confundieron al personal, pero España es un estado con unas bases históricas, económicas, con unas relaciones culturales muy importantes; no es un invento, no es una opresión”. A esta convicción ha llegado, atravesando quién sabe qué tormentas, un antiguo militante de ETA.
Con esa historia a sus espaldas, importa saber lo que piensa del actual panorama este hombre de autenticidad y libertad poco comunes. Su análisis arranca de la convicción de que durante el liderazgo de Zapatero se avivaron en el PSOE los rescoldos del revanchismo contra una Transición. Es un viejo socialista vizcaíno quien denuncia en su artículo el cordón sanitario impuesto al centro-derecha, como si éste “no formara parte importante del sistema surgido en la Transición”. Así es como reverdeció en España “una ideología cainita que fue aprovechada en cuanto la crisis estalló, en toda su coherencia y consecuencias, por Podemos”. Y al recordar lo que ha sido la deriva de la izquierda desde 2004, Uriarte sentencia: “si alguien jugó, o quiso manipular los peores instintos políticos de las masas, ahora se ve sobrepasado por ellos, porque lo que en primer lugar califica al votante de Podemos es el odio por lo existente, incluido a un PSOE que no deja de formar parte de lo existente”. Pocos se atreven, incluso en el ámbito cultural del centro-derecha, a realizar un diagnóstico de semejante claridad.
El otro punto sobre el quiero llamar la atención es la apuesta de gobierno que realiza Uriarte sin complejos, y la argumentación que la acompaña. Para él no existe para el PSOE un camino más directo al suicidio que buscar la alianza con Podemos, que sólo busca hundir el sistema de la Transición. Por el contrario, “aceptar un pacto de gobernabilidad con el PP sería entrar de una puñetera vez, dejando a un lado el guerracivilismo, en Europa… sería la ocasión de transformar una encrucijada trágica para la ciudadanía, pues ante la inestabilidad política cada día que pasa la crisis económica se revuelve y nos hace más pobres, en la ocasión para alcanzar un consenso que no sólo ofrezca la inmediata gobernabilidad del país sino que inicie las reformas de naturaleza constitucional que se observan necesarias…”.
Pero lo más interesante es la condición de fondo que apunta: “el hito urgente sería, abandonando el maniqueísmo de Zapatero, llegar a un acuerdo de gobernabilidad, lo que nos alejaría de una vez del fantasma de las dos Españas y nos introduciría en las dinámicas de convivencia política de nuestros vecinos, como en Francia, Alemania, Italia, etc. Sería iniciar positivamente una nueva etapa desde una actitud constructiva, una manera, por demás, de detener los profundos retos que los avances antisistema y secesionistas están amenazando nuestro futuro”. Me ha llamado la atención esta invitación a superar el maniqueísmo de Zapatero, porque precisamente Uriarte confiesa en una entrevista, hace años, que en su juventud fue bastante maniqueo, y que el maniqueísmo como comportamiento político es tremendamente peligroso. ¿Encontrará tiempo Pedro Sánchez para ponderar las razones de este viejo militante socialista que ha pagado un precio tan alto por su lealtad?