El ser o la nada
Palabra entre nosotrosAl igual que les sucede a otros amigos mi tendencia es a “hacer” y ciertamente no corro el riesgo del “espiritualismo” del que tú has hablado en los Ejercicios de la Fraternidad en Rímini. Más bien, el peligro para mí es anteponer a todo la acción, el hacer. Pero, quizás, el hacer carente de razones ¿puede ser justamente la expresión de este espiritualismo?
Es cierto. La razón, el motivo, se halla porque obra en primer lugar como forma de la acción que el hombre lleva a cabo. No se puede asumir una actitud o realizar una acción sin que esto - si lo miramos atentamente y de modo humano - implique una razón que le da una forma. Cualquier actitud del hombre, aun del primitivo, está determinada por una razón, ya que de otro modo no se trataría de una acción humana.
Por tanto, sea esto consciente o no. la acción nunca se antepone al conocimiento. Para que la acción sea eficaz y aporte una claridad mayor a la conciencia, no es necesario que se anteponga al conocimiento: el hombre es uno. Por este motivo, nosotros afirmamos que las razones se leen en la experiencia, se extraen de la experiencia.
¿Se puede decir que, si el hombre no obra razonablemente, si su razón no se somete a la experiencia, tampoco la acción que lleva a cabo es moral y al final uno cae inevitablemente en un moralismo?
Sí, porque se trataría de un mecanismo ilusorio, de una actitud ilusoria, ya que el hombre, en cuanto hombre, no puede más que actuar para plasmar una exigencia suya, es decir, un aspecto particular de su relación con el infinito que le constituye. El moralismo es mucho más una abstracción que la afirmación de algo que a uno le importe de verdad.
En La conciencia religiosa en el hombre moderno defines el moralismo como la exaltación de un valor en contra de todos los demás propia de la mentalidad común...
...de un valor escogido, seleccionado, apartado, sí. De todas formas, lo que más me apremia de lo que estamos abordando es que nosotros estamos hechos de lo que decimos de los demás, estamos imbuidos en la mentalidad común. No hacemos un discurso en contra de los de izquierda, comunistas o socialistas, o en contra de los liberales (no hay ningún “ismo” que no confluya en otro): lo que denunciamos está también en nosotros, dentro de nosotros, porque el ambiente en el que vivimos nos invade, o nos expresa: nos invade y, luego, expresa lo que somos, expresa nuestra corrupción.
Entonces, ¿todos los riesgos que has señalado en las dos charlas de los Ejercicios son tentaciones que nos afectan?
Por supuesto. De ser de otra manera ni siquiera los habría comentado.
¿Podemos decir por tanto que el tercer punto de la primera lección - la pertenencia al carisma - es decisivo como indicación de método para vencer, para rescatarnos continuamente de la mentalidad en la que estamos imbuidos? Lo que nos permite ser fieles a Cristo y a la tradición de la Iglesia - dijiste - es la pertenencia al carisma...
Si no se vuelve a poner esto como el primer argumento, como el primer tema evidente, caemos una vez más en una posición sin Cristo, en una posición no cristiana por no ser verdadera. Porque el movimiento es el modo concreto, no teórico, como nosotros encontramos a Cristo, al Misterio. Lo cual no significa para nada que sea el único posible. La cuestión no es «Ahora yo defino las cosas y el cómo las defino es el único modo posible». Desde luego no afirmamos esto. No defendemos el “cómo” lo decimos, sino “lo” que decimos. Lo que decimos no es nuestro, es común a todos los que creen (sobre todo a los sencillos de corazón: madres, padres, hermanos y vecinos de casa, más que curas o profesores de universidad).
Para que no se reduzca a un sentimiento pasajero el impacto afectivo que han pro-ducido en mí los Ejercicios, creo que hace falta un trabajo. ¿Qué tipo de trabajo? Dicho de otra forma, ¿cuál es el método que nos sugiere el Acontecimiento?
Seguir. Lo único que me enseña es lo que me ha impactado y cambiado. Por tanto, se trata de llevar adelante mi actividad conforme a lo que he visto, mi acción conforme a lo que he percibido, a lo que he visto de modo fascinante y que me ha persuadido. Por tanto, se trata de seguir.
Por otro lado, es necesario que el Señor, que el Espíritu, nos haga comprender también los nexos que existen entre todas estas cosas, y se comprenden cada vez más conforme pasa el tiempo. Cuando leo Porta la speranza, cuando hago referencia a este libro, me asombro de lo que se dice allí, de lo que otro me hizo actor hace cuarenta años. El tiempo enriquece siempre las cosas verdaderas, las confirma. Las confirma de tal manera que a la tercera o cuarta vez que uno piensa en ellas, se las ve cien veces más ciertas que antes. Y la seguridad no está en que sea cien veces más sino en que es cien veces más sencillo: los pasos a dar para llegar al grano son diez en lugar de cien. Más sencillo y más fácil.
Has atacado insistentemente el peligro de la ideología, tanto en la lección de La Thuile del pasado verano como en la primera charla de los Ejercicios. Yo observo que una cierta forma de ideología reaparece siempre, casi inevitablemente. Entonces, el pro-blema es: ¿cuál es el factor que corrige una actitud que normalmente nace como ideoló-gica (por ejemplo, obstinarse en un proyecto propio)? El factor que corrige ¿es acaso tener a alguien, reconocer a alguien a quien obedecer?
Es cierto. En efecto, el hombre existe porque existe Dios, porque Dios comprende, porque Dios ama, y porque Dios construye. Por tanto, el hombre construye cuanto más mira a la cara a quien determina su acción, a Otro, imita a Otro.
Lo que dijimos en los Ejercicios ante todo es verdad, una verdad que persuade, y en segundo lugar, es algo que si se comprende bien resulta inevitable el decirlo. La diferencia entre el cristianismo y todas las demás religiones es que todas las otras religiones (al igual que todas las filosofías) nacen de una posición que el sujeto asume a partir de su reflexión, y. por lo tanto, todas las carreras arrancan de un juicio previo. La diferencia entre el cristianismo y todo lo demás es que todo lo demás parte de un prejuicio, mientras que, como decía san Gregorio de Nisa, «Los conceptos crean los ídolos, solo el estupor conoce». El prejuicio crea la ideología. Todo el mundo, todos, parten de un juicio previo. La mayoría no reflexiona, no sabe hacerlo, y, por tanto, no comprende, no puede comprender - excepto los sencillos de corazón - que en el punto de partida hay un prejuicio.
Sólo del acontecimiento - dice el cristianismo - viene la salvación. La consistencia y la salvación de la vida vienen de un acontecimiento.
El mundo existe por un acontecimiento que lo ha creado (el acto creador). El acontecimiento y no el prejuicio.
El acontecimiento es lo que es. Es sencillo.
Como para el niño la madre es la madre. En cambio, partir de un prejuicio pone a la de-fensiva: en seguida hay que defenderlo empuñando las armas. Y para contraatacar se desarrolla la ideología.
El acontecimiento, si lo miras, cuanto más lo miras, cuanto más te quedas mirándolo, más te asombra. Mientras defender un prejuicio, vivir defendiendo un prejuicio, es siempre una violencia. La violencia nace del prejuicio. La paz y el sosiego nacen del acontecimiento.
Un acontecimiento no lo puedes crear tú. Te topas con él, como dice Fienkelcraut. El acontecimiento no sólo no lo debes encontrar sino que ni siquiera se te ocurre encontrarlo: te invade, te impacta, y lo hace sin que tú tomes ninguna iniciativa par-ticular. Por tanto, el acontecimiento no exige violencia alguna, no quiere violencia, no despierta violencia, no la quiere. Por el contrario, el prejuicio es artificioso, y es el artificio lo que porta la violencia.
Entonces, ¿has subrayado tanto la sencillez de corazón porque se trata de un acontecimiento? Si el hombre es creado originalmente con esta sencillez - en los Ejercicios decías que esta sencillez viene antes que el juicio de la fe ¿en qué sentido en el adulto dicha sencillez vuelve a acontecer?
La sencillez no es más que el método con el que Dios recorre los caminos de su creación. El tiempo de la creación de Dios, el tiempo de la comunicación del Ser al ser creado - que es un tiempo en el que Dios se da a sí mismo a la nada, da el increado al creado -, el tiempo obra todo lo que debe obrar y Dios es todo en todo. La sencillez es la modalidad en que esto sucede. El acontecimiento es algo nuevo que entra en la vida: es una cosa nueva que entra en la vida sin pedirnos permiso: ¡entra! Por tanto, uno abre de par en par los ojos, abre de par en par los brazos y Ese se sienta a tu mesa. Y uno crece en esto. Para comportarse de forma distinta, uno debe ser un mentiroso, debe pasar por la mentira, debe mentir, engañarse a sí mismo. Con estas palabras el misterio de la libertad del hombre se puede describir mejor. ¿Por qué hay un engaño? De alguna manera ya hemos contestado. Por ejemplo, hemos dicho que el engaño pasa por ese aspecto del gesto de nuestros primeros antecesores cuando Eva se dejó seducir por un cuerpo extraño, extraño a su experiencia, extraño a la conciencia que tenía de lo que ella era, extraño a su conciencia, algo que entró serpenteando en ella. Yo no entiendo cómo se puede explicar este problema sin recurrir a la palabra misterio, sin detenerse aquí en la palabra misterio: «¿Cómo pudo empezar esto?».
En cualquier caso, lo principal es que debemos tratar lo que decimos para los demás (cómo definimos a los demás, cómo los sentimos, etc...) como afirmaciones que pueden describirnos, juzgarnos o justificamos a nosotros mismos. Yo entiendo qué son los maniqueos, o los zelotas, o cómo se mueven los marxistas tipo Lenin o Stalin, sólo en la medida en que entiendo cómo lo que ellos son vive en mí: está en mí aquello por lo que ellos son así.
Y esto explica por qué yo no quiero ser como ellos.
¿El primer modo de ser sencillos es no pretender serlo?
Exacto. Porque pretender serlo es ya complicarse; no ser como se nos hace, sino ser como pretenderíamos nosotros.
Quiero hacer una observación acerca de lo que somos en la universidad y en los ambientes de trabajo: en el desierto actual, paradójicamente, no se puede siquiera actuar por reacción, y la conciencia de la propia originalidad, la conciencia del origen de la que se parte, de lo que se sigue como factor de la propia identidad, es realmente la única posibilidad de construir.
En este sentido, comprendemos mejor el peso de las dos preguntas que nos hicimos la vez anterior: «¿A quién miráis?» y «¿Qué peso tienen nuestros textos, como juicio sobre la vida?».
Puesto que esto indica que no partimos de la nada. Partimos de un hecho que sucede en la memoria, el seguimiento, la obediencia: de un hecho que está presente ahora, de una vida que se comunica ahora.
También el Verbo, que hizo el mundo y todo lo creado, parte de una Presencia: la Presencia del Padre. O el Ser, o la nada. El Ser o la nada. Esta es la gran y verdadera al-ternativa, y a la vez lo más increíble que se pueda imaginar: que exista una iniciativa de este tipo. Que de la nada exista el Ser. El Ser es positividad. El Ser existe porque existe. El Ser es riqueza. El Ser es fascinación. En este sentido la estética mueve todo lo que existe, el atractivo mueve todo lo que existe. De lo contrario sería la nada, de todo lo que existe saldría la nada. No sólo para los filósofos que de la nada hacen su bandera, sino para todos: incluso un obispo antes de morir, poco antes de morir, puede llamarme y decirme: «¿Sabes que me invade la idea de que acabaré en la nada? ¡Nada! ¡Estoy destinado a ser nada!».
Quisiera volver a la frase de Jesús que has recordado en varias ocasiones en la Síntesis de los Ejercicios: «Si no volvéis a ser como niños»...
...la mirada del niño es mucho más decidida, ve en seguida, inmediatamente, mucho más que todos los razonamientos del hombre. Y la mirada del niño crece en el hombre si permanece, aun bajo todo el ropaje de los razonamientos. Por esto hemos descubierto que el amor, el amar, es idéntico a saber o conocer. El conocer es amar y el amar está en el conocer, reside en el conocimiento.