El realismo que vence cualquier crisis
"Con la audacia del realismo". Un título provocador para la situación económica y social que estamos viviendo en medio de la actual crisis. Pero probablemente sea necesario subrayar esta palabra, pues ofrece la fotografía exacta de lo que están haciendo en este momento muchas familias, empresas y obras sociales que se mantienen en pie ante la dramaticidad de la realidad que les toca vivir. No se rinden, no se retiran. Es más, precisamente partiendo de la situación en la que están tratan de volver a empezar, retomar un trabajo, cambiar, crear algo distinto. El realismo a menudo se vive como un límite, como un freno. Sin embargo, es posible acercarse a la realidad de la propia vida, a las relaciones con los demás, a la propia actividad laboral y empresarial, a la realidad social, con una apertura última, escuchando, observando para hallar ese punto precios que nos permite volver a empezar, retomar el camino, reavivar nuestro compromiso.
En este sentido, en un momento en el que toda la vida social parece oscilar entre la resignación y la rebelión, es más necesario que nunca volver a proponer la experiencia de un realismo que sepa acoger la realidad tal como se presenta, para transformarla, para cambiarla, haciéndola cada vez más cercana a nuestras exigencias de justicia y de bien. Este es el camino que hoy debe proponer la Compañía de las Obras en todos los sectores en que está presente. En el fondo, esto es lo que la CdO ha hecho siempre a lo largo de su historia, tratando de trabajar junto a todas las personas, instituciones y asociaciones dispuestas a colaborar para contribuir con su identidad propia y con su experiencia al bien común del lugar en el que actúa.
Hemos dicho muchas veces que la crisis que atravesamos tiene un origen cultural. Los criterios para movernos dependen de una pregunta de fondo: quién es el hombre y qué le hace feliz. Cada acto es fruto de una posición humana y por tanto de una cultura. Todo esto puede ser consciente o no, reconocido o no, explícito o implícito. Nosotros reconocemos la experiencia cristiana, tal como nos la comunicó don Luigi Giussani y hoy nos comunica Julián Carrón. Con esta experiencia, nosotros tratamos de llegar a ser más hombres, más libres, más disponibles para dejarnos corregir frente a la realidad, más responsables. Gracias a esta posición, queremos trabajar con todos. Por eso razonamos y tratamos de responder a las preguntas que se nos plantean en un momento tan tormentoso como el que estamos viviendo. Una de esas preguntas puede ser: ¿sigue siendo válida la experiencia de la Compañía de las Obras? La respuesta es un sí, neto y motivado, porque corresponde a un método que hemos aprendido dentro de la historia que nos hizo nacer. Nosotros siempre hemos querido, ante todo, valorar a la persona en su unicidad, en su capacidad emprendedora, en su iniciativa, en su creatividad, en su deseo de descubrirse a sí misma y al mundo.
Hay dos puntos que debemos subrayar y tener siempre presentes: la valoración de la persona y el encuentro con los demás. A partir de esta concepción de fondo proponemos nuestros servicios o tratamos de hacerlo. La cuestión más importante, en definitiva, para ser realistas, para abrazar “la audacia del realismo”, es ser fieles a este método. Teniendo esto presente, nuestra “amistad operativa” tendrá la ocasión de volver a descubrir en qué consiste la amistad misma.
El método de valorar, encontrar, preguntar nos quiere llevar a descubrir el bien que la realidad encierra para que llegue a ser útil para el mundo. Es este método el que nos permite entender no tanto una hipotética empresa cristiana sino la empresa como valor económico fruto del trabajo del hombre. Con este método tratamos de escapar del binomio estatalismo-liberalismo que enmarca el debate de los últimos años.
Lo que buscamos es una auténtica libertad, una solidaridad sustancial. Frente a la rebelión, frente a la resignación, frente a lo que hoy se define como antipolítica, nosotros tratamos, con este método que hemos aprendido, de reconstruir una verdadera socialidad, más allá de los esquemas ideológicos, más bien en nombre de un ideal cuyo objetivo sea la reconstrucción de una sociedad civil sólida, basada en una socialidad real, formada por familias que acompañan a sus hijos hacia el descubrimiento de sí mismos, por empresas que buscan un desarrollo integral y sostenible, por iniciativas sociales que creen relaciones sustanciales, por escuchas que introduzcan a sus alumnos en el mundo entero, por propuestas culturales que promuevan el conocimiento y el sentido de la belleza, teniendo siempre presente el bien de todos. Nuestra fuente de inspiración es el gran principio de subsidiariedad, que colma las lagunas del estatalismo y del liberalismo abstracto y teórico.
Como todos los hombres, como todas las instituciones, podemos equivocarnos, pero a nuestros detractores también les respondemos diciendo tan sólo que nos inspiramos en este método, en este origen. Y que esperamos honrarlo siempre.