El hombre que vivió intensamente
Vi por primera vez don Giussani en una conferencia en los años de la escuela secundaria. Lo conocí durante la universidad y lo frecuenté asiduamente desde 1985 hasta 2005. Los hechos de mi vida, intereses, profesión, familia, están profundamente ligados a él, en una corriente de vida que nunca se ha detenido. Pero en el libro Luigi Giussani. Su vida, el lector no encontrará mis recuerdos. He preferido confiar en las fuentes, muchas inéditas, y en los testigos que he entrevistado; y sobre todo en el propio don Giussani, cuya vida entera habla de sí.
Después de su muerte, había decidido no escribir acerca de mi relación con él por pudor y por no parecer presuntuoso. Así que, cuando una noche de febrero de 2008 don Julián Carrón (a quien Giussani había llamado desde España para guiar el movimiento de Comunión y Liberación) me propuso escribir la biografía de don Giussani, entendí que por medio andaba el Misterio y dije que sí. Para ayudarme, Carrón me contó cómo un grupo de amigos, seminaristas y sacerdotes jóvenes de Madrid, comenzaron a estudiar la historicidad de los evangelios: encantados con la experiencia de fe que vivían, tenían interés en conocer más a fondo cómo había comenzado todo. «Tú trata de hacer lo mismo –me dijo–. Déjate llevar por la curiosidad de saber cómo empezó todo con don Giussani. Deja que las cosas te interpelen, y verás que el camino se abrirá por sí mismo». Durante cinco años me ha guiado una mirada llena de curiosidad acerca de un hombre que ha vivido su vida intensamente.
Pasión por la realidad
Entre los rasgos inconfundibles de Giussani destacaría su pasión por la vida como razón y libertad, la búsqueda de un motivo adecuado para vivir, y también el entusiasmo por Cristo que le hacía repetir las palabras del retórico romano Gaio Vittorino: «Cuando conocí a Cristo, me descubrí hombre». En segundo lugar, la vida ofrecida sin reservas por la felicidad de las personas que encontraba, jóvenes y adultos; en este sentido, era típica de don Giussani la pasión educativa, es decir, el deseo de introducir a las personas en una experiencia de la realidad hasta el descubrimiento de su significado.
La contribución de don Giussani, su relevancia, me parece que se resume en haber percibido que la fe se hace incomprensible si las necesidades humanas no son tomadas en serio. ¡Cuántas veces le he oído repetir una frase de Reinhold Niebuhr: «Nada es tan increíble como la respuesta a una pregunta que no se plantea»! Don Giussani pasó toda su vida mostrando la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida diaria, exigencias de verdad, de belleza, de justicia, de felicidad, tratando de enseñar un método para verificar que lo que la Iglesia propone es útil para responder a la pregunta sobre cómo vivir. Toda la historia que comenzó con él muestra que esto siempre sucede a través de un encuentro, de persona a persona, y que se puede verificar solo como una experiencia; como ha dicho el Papa Francisco, no en el laboratorio, sino en la realidad.
La grandeza de la figura de Cristo fue una suerte de «pensamiento dominante» que nunca abandonó. «La mayor alegría de la vida del hombre es sentir a Jesucristo vivo y palpitante en la carne de su propio pensamiento y su propio corazón»: esta es la frase que he elegido para abrir la historia de su vida. Para él, Cristo es la sustancia de todas las cosas, tanto que recordará siempre «aquel hermoso día» en que un maestro suyo le hizo descubrir que la Belleza que Leopardi buscó sin encontrarla se había ya encarnado.
Una cierta publicidad periodística le ha pintado como en lucha contra la modernidad. Todo lo contrario. Don Giussani nunca tuvo miedo del mundo ni de la modernidad. La actitud de apertura, de sencillez y curiosidad generados por su relación con Cristo le permitió mirar todo y a todos sin miedo, porque le sostenía la certeza de la fe. Incluso cuando sus juicios se hacían más duros, siempre se mostraba conmovido por una profunda compasión por el drama humano que él mismo había experimentado.
Un último dato de su personalidad es su constante y profunda atención a la persona en lo concreto de su situación existencial; deseaba que todo el mundo pudiera hacer su misma experiencia de relación totalizante con Cristo, vida de su vida.
Después de veinte años junto a él, estos cinco años de trabajo en su biografía me han confirmado su historia como una relación continua con la realidad y con la época que le tocó vivir: don Giussani estaba convencido de que las circunstancias por las que Dios nos hace pasar son un elemento esencial y no secundario de la vocación y del testimonio cristianos en el mundo. Aquí reside una de las aportaciones decisivas de don Giussani a quienes hoy buscan una respuesta adecuada a los desafíos de la vida.