Adiós a Giussani, creía en la Iglesia del entusiasmo

Mario Cervi

Don Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, falleció hace unos días. Es uno de esos personajes extraordinarios que frecuentemente la Iglesia genera a lo largo de su historia milenaria. Predicadores, profetas, bienechores: muy distintos entre ellos, pero acomunados por la capacidad de mover al mundo sólo con la fuerza de su fe y de su tenacidad indómita. Como Juan Bosco y Teresa de Calcuta. Personajes muy amados y muy adversados con motivo de la voluntad de acero con la que llevaron adelante sus planes contra viento y marea. Don Giussani (o con una abreviatura afectuosa, don Gius) no vistió nunca la púrpura cardenalicia y fue nombrado monseñor sólo en edad avanzada. Pero ha merecido en su muerte recuerdos y comentarios dignos de un Papa, o mejor dicho, de un santo. Se han inclinado ante él incluso los adversarios (muchísimos fuera y dentro de la Iglesia). En las conmemoraciones se advirtió una nota unánime: quien se acercaba a él quedaba fascinado. Era inspirado, poético y a la vez muy práctico, al modo de los hombres de Lombardía. (...) Don Luigi Giussani permaneció siempre al margen,o mejor por encima, de toda mezquindad y miseria. En su ánimo convivían un aflato místico y un talento práctico. Este sacerdote de fe intransigente poseía una cultura vasta y pluralista; su poeta predilecto fue el sumo pesimista Giacomo Leopardi.