Absolutamente original
Hay un acontecimiento, un hecho absolutamente original y que, sin embargo, ha tenido lugar: un hombre que dijo ser Dios. Dios ha querido hacerse familiar al hombre —con ternura— como compañero suyo de camino hacia el destino para el que le ha creado, redimiendo sus debilidades, incluidas las más desproporcionadas con el ideal.
Este acontecimiento implica la fundamental asunción de la promesa hecha proféticamente al pueblo hebreo, y su cumplimiento, es decir, la realización de la profecía como un hecho en la historia.
Frente a la historia hebrea no hay vibración de la conciencia humana que tenga más simpatía y sienta más humildad hacia ella —casi como pidiendo excusas por su certidumbre a quienes soportaron "pondus diei et aestus”, todo el peso de la historia precedente— y que más pacifique al afirmar su cumplimiento ya acontecido para todo el universo en el judío Jesús de Nazaret, muerto y resucitado.
(de L. Giussani, El valor de algunas palabras que marcan el camino cristiano, L'Osservatore Romano, 6 de abril de 1995)