El huevazo

ABC
Luis Herrero

...Celebramos algo que repugna a la razón. Tanto es así que los propios coetáneos de Jesús, que le habían oído decir que resucitaría al tercer día, no acababan de creérselo. María Magdalena, cuando vio removida la piedra del sepulcro, creyó que habían robado su cuerpo y Tomás, uno de los 12, tuvo que palpar sus manos y su costado antes de rendir el juicio. La resurrección es la gran apuesta de la fe. Si no hay tal, dice san Pablo, nuestra creencia es vana. Estamos, por lo tanto, ante un misterio profundo que nos pone a prueba. Para complicarlo un poco más, la resurrección de Cristo no se parece en nada a las otras que relata el Evangelio. Lázaro pasa de la muerte a la vida como del sueño a la vigilia, sin que haya cambios en la naturaleza y en el aspecto de su cuerpo. Pero a Cristo nadie le reconoce a la primera. Me da en la nariz que el cuerpo glorioso y el corrupto no son calcos idénticos. La resurrección definitiva, no la que prorroga la estancia en la tierra, sino la que abre las puertas a la vida eterna, nos deparará muchas sorpresas. Pero no sé cuáles. Mis amigos agnósticos aún me miran a veces con la esperanza de que yo les brinde un argumento que les permita creer en aquello que, en el fondo, desean creer...
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