El mensaje de Julián Carrón

Peregrinación Czestochowa 2013
Julián Carrón

Queridos amigos, la peregrinación se realiza para pedir la fe, porque esto es lo más urgente ahora mismo. Por la naturaleza misma del gesto, os es más fácil percibir esta urgencia porque – al ser largo y fatigoso – pasaréis por momentos (como en la vida cotidiana) en los que surgirá más fácilmente la conciencia de toda nuestra necesidad, de la necesidad que todos tenemos. Y esto no se pondrá de manifiesto porque hagamos un discurso o demos una explicación, sino a través del camino, de las circunstancias: el cansancio, las dificultades, la soledad (en el sentido verdadero del término: sentir la propia impotencia, que es signo de toda experiencia humana verdadera, dice don Giussani). Justamente de la experiencia que haréis a lo largo del camino, surgirá la conciencia de vuestra necesidad y la pregunta: «¿Qué otra cosa hay más necesaria que una presencia que nos acompañe a lo largo del camino de la vida?». Esto es lo que debéis pedir: que Su presencia se manifieste de forma tan poderosa que podáis reconocerla, porque la fe – don Giussani nos lo ha enseñado siempre – es el reconocimiento de una Presencia presente.
Como nos dijo el papa Francisco el pasado 18 de mayo en Roma, «lo importante es Jesús y dejarse guiar por Él». Sois afortunados, porque desde la mañana a la noche podréis abandonaros a Aquel que marcará los pasos a seguir. Ojalá volváis a casa desde Czestochowa habiendo experimentado la fe como una experiencia presente, como el reconocimiento de Su presencia presente, pues sería el mayor don para seguir viviendo. No veo una urgencia mayor que esta para cada uno de vosotros, porque la experimento ante todo en mí mismo.
Es cierto que, antes de partir, nos gustaría tener algunas cosas seguras. Y aunque uno ha preparado bien todo, como no está seguro de lo que le espera, se deja aferrar por algunos miedos. ¿Cómo educarnos para vencer estos miedos que muchas veces carecen de fundamento?
Recordad que no vais solos a Czestochowa, sino juntos. Y esto es ya una respuesta inicial, pero – como veréis con el pasar de los días – esto nos os ahorrará los desafíos ni las dificultades, sino que justamente a través de ellas podréis experimentar la sorpresa de Cristo presente, compañía para vuestra vida, y ver que no existe circunstancia alguna en la que Cristo no se pueda manifestar. Esto es decisivo para vencer el miedo, porque nunca lo superaremos si nos quedamos en nuestra habitación, sin arriesgar en la realidad. Como siempre nos ha dicho don Giussani, la vida como vocación es caminar al destino a través de las circunstancias, que son parte de la modalidad a través de la cual el Misterio se revela. El pueblo de Israel adquirió esta certeza en medio de todos los miedos y vicisitudes, a través de las circunstancias, como los discípulos, como la Iglesia, como cada uno de nosotros.
Los miedos no se vencen quedándose fuera de la lucha, sino atravesándola. No podrás aplazar la peregrinación hasta mañana porque estés cansado y falten todavía treinta kilómetros, no se te permitirá distraerte haciendo otra cosa, porque debes caminar, no puedes quedarte parado. ¡En esto consiste el “a través”! Por ello debes darte constantemente razones de por qué caminas. Este es el valor pedagógico de un gesto como la peregrinación, que hacéis libremente, no es algo que se impone o se sufre (como una enfermedad o los exámenes de la universidad). La peregrinación sirve para aprender qué es la vida y quién es Cristo, que nos acompaña en esta aventura. Os deseo que todo esto salga a la luz en la experiencia que vais a hacer, pues en caso contrario Cristo podría reducirse al «retrato de una bella mujer esculpido en el monumento sepulcral de la misma» (G. Leopardi). Debéis volver con una mayor certeza de lo que os ha puesto en camino y testimoniárnoslo.
La vida es un camino hacia la meta. La Biblia habla del homo viator, el hombre que avanza por el camino. La cuestión es que esto llegue a ser cada vez más consciente, porque – dice don Giussani – «la vida se expresa ante todo […] como conciencia de relación con el que la ha hecho»: tú eres relación con Aquel que te hace ahora, esto forma parte de la dimensión de tu vida. «La oración es caer en la cuenta de que en “este” momento la vida es “hecha” […]. La oración, así, no es un gesto aparte, sino que constituye la primera dimensión de toda acción» (¡de toda acción!). Mientras camináis, a lo largo de la jornada, «el acto de oración será necesario para adiestrarnos en esa conciencia de la acción. Por eso, la cima más alta de la oración no es el éxtasis, es decir, una conciencia del fondo tal, que uno pierde el sentido de lo ordinario; sino más bien ver el fondo del mismo modo que se ven las cosas ordinarias» (Los orígenes de la pretensión cristiana, pp. 111-112).
El hombre es, por naturaleza, un viator, y nosotros estamos siempre en el status viatoris, somos siempre “caminantes”, es una dimensión de la vida. Pero podemos ser caminantes distraídos o caminantes conscientes: el hecho de que seamos caminantes, de que tú y yo recibamos constantemente la vida, ¡no implica necesariamente que seamos conscientes de que la recibimos! Es esta conciencia lo que nos hace dar espacio a la oración, a ese acto que nos ayuda a tomar conciencia, para no cerrar la partida (como si dijéramos: «Ya he hecho mi acto bueno de oración y puedo pasar a otra cosa, olvidándome de todo»), sino para que esto sea cada vez más la dimensión de toda acción.

Entre las intenciones que lleváis a la Virgen Negra, os pido que incluyáis una por el movimiento, porque es el lugar que Cristo nos ha dado para acompañarnos, y por eso nos interesa encontrar siempre compañeros de camino que nos ayuden en esto, porque esto es el movimiento. Os pido también que “llevéis” con vosotros a mi persona, a la que don Giussani le ha pedido esta responsabilidad: que yo pueda ayudar al movimiento a ser el lugar de una experiencia presente.

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