Las herramientas que Él me da

Las medidas de aislamiento han cambiado notablemente las circunstancias laborales de todos. Pero hay algo que no cambia: «su alianza, su preferencia, el tesoro que hay que buscar»

En lo que a intensidad de vida se refiere y al vértigo con que vivo, este tiempo de aislamiento no es muy diferente del anterior, aunque el aislamiento acabó generando una forma distinta de relacionarme con mis seres queridos, con la gente con la que trabajo, con mi forma de trabajar o “no trabajar”. Pero sustancialmente no hubo gran diferencia. Pero las circunstancias sí cambiaron, y mucho.

En este sentido, me he dado cuenta de que se vive de la victoria de Cristo, que ya venció. Me parece que esa es la clave del antes, durante y después del virus. La cuestión es siempre esta, junto con el modo en que Él decide que yo participe en esa victoria, y me elige para que yo colabore con Él. Más allá de si las circunstancias son estas o aquellas, en realidad son simplemente situaciones particulares donde yo puedo experimentar esa victoria.

La fuerza del sujeto radica en la intensidad de su autoconciencia, es decir, de la percepción que se tiene en esa relación que le constituye, de la victoria de Cristo que ya venció y lo que Él hace conmigo, esa autoconciencia es la que genera una fuerza en el sujeto, define mi personalidad y aquello por lo que merece la pena vivir.

Su presencia es lo que yo necesito, lo que busco. Es el tesoro, el diamante. Él está entre nosotros en la realidad, en la circunstancia. El trabajo que tenemos que hacer es buscarlo, no dejar preguntarle: ¿qué quieres de mí?, ¿dónde estás?

Como la tarea del escultor. La figura (el contenido) ya está en la piedra, el trabajo es sacarla a luz. Es un bien para mí descubrir la estatua, un orgullo poder colaborar, y también es un bien para otro porque colabora en ese bien común. Esa elección que Él hace, que me elige, ¿cómo se desarrolla?, ¿cuál es la dinámica? Lo primero que tenemos que hacer es dar nuestra disponibilidad para aceptar la realidad como viene y en esa realidad buscarlo: quiero ver tu rostro. No tenemos otro lugar en el que jugarnos la vida como significado, como destino, no tenemos otro modo de caminar hacia nuestro cumplimiento fuera de la circunstancias en las que nos encontramos. Por eso lo que nos conviene es vivir intensamente lo real.

Tengo una explotación rural, cuya actividad principal es el tambo –producción de leche–. ¿Qué implicación tiene vivir intensamente lo real aquí?
En primer lugar, descubrir la lógica que tiene el sistema productivo, lógica que viene dada por quien la creó: animal, genética, alimentación, bienestar animal, clima, etc. Es apasionante entender esta lógica, descubrir cómo funciona. Es la estatua del escultor, pero para mí es dinámica, que tiene sus ventajas y desventajas, porque el escultor puede errar con su martillazo y arruinar la obra. Yo tengo la posibilidad de corregir, pero se mueve todos los días. Una vez por semana me reúno con el tambero y el ingeniero, y juntos vemos qué ha pasado, qué ha cambiado. Cada uno de ellos es un bien para mí porque me ayuda a ver la lógica de lo creado. Trabajando juntos nos estamos preguntando: ¿qué quieres de nosotros?, ¿dónde estás? Es un camino, vamos haciendo modificaciones y controles, y a la semana siguiente evaluamos, hacemos una escuela de comunidad con lo que va sucediendo. Descubrir la lógica es como descubrir la dinámica de la creación, tocar Su manto.

Lo segundo que he aprendido es la implicación que tiene vivir intensamente lo real. No solo tiene una lógica sino un fin, un para qué, un para quién. Estamos alimentando diariamente a muchos chicos. Entender la lógica y su finalidad tiene un impacto directo en la rentabilidad de la empresa y en su estabilidad económica, productiva y laboral. Vivir intensamente la realidad, estar pendiente del instante, pendiente en todo momento de estos signos tan aparentemente volubles, tan casuales, como son las circunstancias a través de las cuales me arrastra ese desconocido Señor y me convoca a sus designios, es la mejor postura para afrontar el largo plazo, porque vivir intensamente lo real implica conectar el presente con el futuro.

Lo mismo puedo decir de otro trabajo que tengo, en una empresa metalúrgica con 150 empleados. Cuando comenzó la cuarentena, los médicos de la ciudad, conociendo el sistema de salud local, alertaron de lo dramática que sería la situación ante un brote. El empresario, conociendo al detalle la debilidad de la empresa, alertó de su incapacidad para pagar los salarios. Durante dos semanas se discutió sobre quién tenía razón sin buscar la verdad, la postura de entender la lógica y finalidad no era el centro y eso nos aislaba. Después de días complicados tuvimos que juntarnos: médico laboral, delegado sindical, empresario, funcionario de la municipalidad, para entender de que estábamos hablando, qué es este virus y su “lógica”, y poniendo como finalidad la centralidad de la persona más allá de las resoluciones que venían dadas a nivel nacional. Logramos el primer protocolo de trabajo consensuado y lo pusimos a disposición de las demás empresas locales.

Así volví a verificar que Su presencia es el mayor tesoro y el trabajo en la empresa también es una consecuencia de esa búsqueda. Si la empresa se acaba, no disminuye el tesoro, solo hay que cambiar la forma de buscarlo, porque lo que nunca está en juego su alianza, la preferencia que Él tiene, el contenido de la realidad.
Me gusta el trabajo que Él eligió para mí, y estos talentos que me dio, me da esta historia, me da esta compañía, esta profesionalidad, con la que yo puedo entrar en la realidad. Esta vocación es lo que me mueve, me motiva y me hace gustar mi trabajo. Me duele mi país, pero quiero seguir estando acá.
Fernando (Sunchales, Argentina)